Alzheimer político

Opinión
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La desconexión entre el político y la realidad del electorado o ciudadanos disminuye el transmisor que conecta con la empatía de ambos.

De una manera u otra todos hemos escuchado hablar sobre el Alzheimer o hemos visto alguna persona que padece dicha enfermedad. De igual forma tenemos una idea, aunque sea el aspecto básico de la misma, siendo una enfermedad que afecta la memoria, hasta ahí vamos comprendiendo.

En términos más concretos y aplicando cierto tecnicismo podemos decir, que es una enfermedad progresiva que afecta a la memoria y otras funciones mentales. Esta degeneración y muerte de las conexiones de las células cerebrales, termina finalmente con la memoria, al producirse una reducción cerebral de acetilcolina (es un neurotransmisor), lo que provoca un deterioro en el rendimiento de los circuitos colinérgicos del sistema cerebral.

Para muchos seria de gran asombro cuando observan el titular del artículo, con un grado de ingenuidad nos atreveríamos a auto preguntarnos: ¿existe una enfermedad ligada a la actividad política?, podría existir una desconexión en nuestras células políticas activas en nuestro sistema, otros dirán una nueva enfermedad del siglo XXI.

La edad promedio en que se diagnostica a persona con alzheimer ronda los 80 años, aunque existen pacientes de 60 a 65 años y en general se establece que el tiempo de vida de quienes lo padecen es de 11 a 20 años y un 40 % de esos pacientes viene de carácter familiar.

Como se comporta la enfermedad en los actores políticos, cuyo proceso de desarrollo tiene la peculiaridad que ocurre a raíz de la culminación de los procesos de campaña y el lazo de perdida de la memoria va a estar ligado proporcionalmente con el tiempo faltante para otra contienda electoral.

La desconexión entre el político y la realidad del electorado o ciudadanos disminuye el transmisor que conecta con la empatía de ambos, esto logra desconocer o reconocer al político como representante de este o mas bien identificado con su causa.

Es muy recurrente en los equipos políticos y de campaña las desmotivaciones de los miembros para seguir siendo parte de este involucrarse a realizar ciertos trabajos de los tantos que se requieren en las campañas.

Es por tanto que los latinoamericanos no confían en su clase política y esto conlleva a procesos donde los niveles de abstención cada vez son mayores y para reducir sus efectos se debe auxiliar de prácticas clientelares para obtención o ser favorecido con el voto.

Los abrazos, las visitas, las llamadas, felicitaciones, etc., son parte de todo un arsenal de tácticas para tener a sus seguidores y futuros votantes motivados para las acciones del día D.

Concluido y obtenido los resultados deseados o no, de forma casi inmediata se activan los primeros síntomas de esa enfermedad política, ya el tiempo se complica, en dispositivos móviles su señal comienza a tener dificultades para su localización, los nombres empiezan a desaparecer de ese banco de datos almacenado en su cerebro, las confusiones de las direcciones y número de casa es la difícil tarea de recordación.

Una de las ventajas del paciente político su proceso de recuperación de la memoria dependerá si volverá a optar por otro periodo de gestión, solo solía pasar en la clase política, esto a tomado un giro de complejidad porque los políticos corren con el riesgo de ser olvidados por los ciudadanos.

No existe aún una formula farmacéutica que pueda reducir los daños producidos por el desconocimiento de los ciudadanos antes sus líderes o dirigentes.

De continuar la clase política viendo a los ciudadanos como boleto para abordar el avión del olvido, llegará el momento en el cual los ciudadanos se olviden de ellos, e incluso de votar, porque simplemente ya no los reconozcan.

#CambiemoslaPolitica

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