Gasté mis ahorros y vendí el auto para pagar mi campaña a concejal; era una candidata nueva y no todo el mundo confiaba en mí en ese momento. Encabezaba la lista y había muchas posibilidades de entrar.” Con tan solo 28 años, Daniela Aruj arriesgó todo por la política, pero una decisión del intendente y su líder, hizo que no quede en la lista principal.
Esta situación le sirvió mucho como primera experiencia para aprender sobre la política de un solo golpe. Tras volver a Buenos Aires para ayudar en campañas electorales, se dio cuenta que su futuro estaba en la consultoría: “Veía que a los consultores los hacían pasar por la puerta grande, les daban café y ¡hasta los escuchaban”, recordó en forma de chiste.
“A veces decían casa cosa que yo venía proponiendo hace bastante tiempo, pero nadie me prestaba atención porque pertenecía a la organización: ahí me di cuenta qué era lo que quería en verdad”, amplió.
Desde sus comienzos, le gustaba mucho el trabajo desde las empresas y el contacto directo con las personas. Su primer trabajo fue en Mar del Plata, su ciudad natal, en una fundación think tank y obtuvo desde el sector privado su primer acercamiento a la política.
Desarrolló un partido político del que fue la presidenta de la juventud y su participación en la campaña a concejal le permitió vivir desde el lado del candidato. Tiempo después, decidió ponerse su propia consultora: “No tenía nada: solo una computadora y una página web que me ayudó a hacer mi prima”, comentó con una sonrisa en el rosto Aruj.
“Como nombre, pensaba uno fantasía en inglés, con el objetivo que eso me traiga el tipo de clientes que yo quería. Ya me imaginaba siendo “La señora de la política” en un gran sillón blanco en Miami trabajando en campañas de todo Latinoamérica. La realidad es que no llamaba nadie por teléfono, solo encuestas o personas que querían cobrar ¡Jaja!”.
Sin embargo, la situación no era motivo para renunciar a un pensamiento optimista de cara al futuro. Cursó tres veces la carrera de asesoramiento en imagen para ayudar a los candidatos a posicionarse en la opinión pública, hizo la carrera de coaching, programación neurolingüística y comunicación.
Junto con su experiencia en branding ayudo a lo que hoy se dedica: “Con el tiempo, esas pequeñas semillas que iba sembrando dieron resultado a través del llamado de los primeros clientes pidiendo un presupuesto”.
- ¿Cuál fue el salto más grande de tu vida?
- Poner una consultora por mi cuenta fue un paso enorme, por eso entiendo cuando viene gente y me dice “no puedo”; es muy difícil pensar en perder la zona de confort. Es un sacrificio.
Estuve mucho tiempo sin poder irme de vacaciones o achicando mis gastos a lo extremadamente necesario. Hay que tener mucho método, ser constante, levantarse temprano y ponerse a trabajar como si hubiera siempre mucho por hacer.
Se debe insistir, mandar emails, reunirse: el 30% de tu tiempo debe estar destinado al relacionamiento público.
- ¿A qué tuviste que renunciar?
- Esto te lo voy a responder con una sonrisa. Porque cuando renuncia a algo por otra cosa que le gusta en realidad es una elección; no una renuncia. Yo no estoy en pareja y en gran medida tiene que ver con eso, con no poder dedicarle demasiado tiempo por más que ahora quiera y tenga mayores posibilidades.
Durante mucho tiempo me iba temprano de todas las reuniones con amigos porque trabajaba hasta cualquier hora los fines de semana.
- Alguna vez, ¿Te jugó en contra el hecho de ser mujer?
- Si, pero no fue jugarme en contra sino un preconcepto. Recuerdo que en la época que era candidata, con el líder principal fuimos a recorrer el puerto de Mar del Plata. Pasamos por la casa de un dirigente histórico del peronismo y mi jefe me presentó como la asesora de la campaña.
A lo que el dueño de la casa le responde “Esta chica muy bien, muy simpática, podría ser secretaria tuya, no jefa de campaña”. Yo no tenía que contrarrestar ese fundamento, debía hacerlo mi candidato. No lo hizo.
Recuerdo que me enojé mucho y me fui antes. Esa fue la vez que más me molestó: no por el comentario, sino porque no me haya defendido.
Lo que siempre agradezco es que los que más puertas me abrieron en la consultoría fueron hombres. Además, el 70% de mis clientes son hombres. Siempre hay algún que otro piropo, pero ya aprendí a lidiar con eso y lo tomo en broma.