“Estamos en la década de la post verdad en la que las verdades no son necesariamente ciertas para que sean creíbles”, le afirmó Felipe Vergara a Mensaje 360 luego de su conferencia titulada “¿Democracia Representativa o Demagogia Representativa?”. El nombre de la ponencia apunta a ser un juego de palabras para acuñar el rol de la verdad en estos tiempos modernos.
Explicó su fundamento haciendo referencia a Donald Trump, quien había propuesto una serie de promesas que a veces parecían reales, pero fueron compradas con la gente y asumidas como cierto. “Un ejemplo claro es el tema de la inmigración, fueron promesas de carácter poco serio”, admitió el consultor chileno.
Además, hizo hincapié en la importancia de las nuevas tecnologías: “Esta época de la post verdad tiene un arma favorita que la hace especial: las redes sociales. Lo que sale ahí es asumido por los usuarios como verdad, independientemente que lo sea o no”.
Para justificar dicha afirmación, utilizó el ejemplo del último incendio en Chile en el que las redes sociales culparon a las FARC o al terrorismo extremo. Sin embargo, comentó que era una mala intención de algunos usuarios.
“El que habla primero es el que tiene la verdad absoluta”, mencionó para comentar el ejemplo de Le Pen en Francia, cuando afirmó que “los inmigrantes le cuesta 90 millones de euros al año al gobierno”.
No obstante, la excandidata omitió decir cuánto beneficio le trae este sector social al estado debido a que algunos empleos, que no quieren tomar los franceses, lo hacen los inmigrantes. “Esta es otra característica de la post verdad: que solo se manejan estadísticas de forma parcial”, amplió Vergara.
- ¿No crees que los ciudadanos, a veces, necesitan recibir mentiras por parte de los políticos?
- Yo creo que hay una sensación conformista por parte de la ciudadanía. Aunque sepan que no es cierto pueden llegar a generarse la expectativa
Escuchamos a todos los políticos con la misma promesa: disminución del desempleo, mayor seguridad, cosas irreales. Eso ha pasado que hoy en día nuestros candidatos empiecen a ser un objeto de marketing, un objeto comercial.
Pasamos del discurso y el contenido a propagando a el tema comercial. Nos venden un candidato como se vende una coca cola. Por ejemplo, Macron: no importa las ideas que tenga porque tomó lo mejor de la derecha y lo mejor de la izquierda.
No tiene gran ciencia, pero era joven y buena pinta. Era marketing. Su slogan fue “en marcha”. Tampoco te proponía algo que tu dices “¡Wow, con esto va a cambiar!”. Se vendría bien. Las ideas daban lo mismo.
La gente hoy en día no está esperando contenido, se conforma con promesas que como tú dices; no importa que sean verdad o mentira y además cobran después. Nadie marcha porque una de tus promesas fue falsa.
- ¿Crees que se puede ganar un cargo sin mentir durante la campaña?
- Se puede hacer una muy buena campaña basándose en la sinceridad. Creo que la ciudadanía lo agradecería. Lo que le falta a algunos políticos es poner todo en condicional “podríamos tal cosa…”. Que te digan las cosas como son en verdad pueden no gustar, pero es sincero. Yo no puedo hablar con la verdad y basarme también en ciertas hipótesis
- ¿Influye el fanatismo a la hora de creer en alguien o no?
- Si. El fanatismo está en todas partes, tanto en política como en religión o fútbol. Uno si conversa tiene que hacerlo por intereses y no por posiciones: interés es cuando estás buscando algo mayor, posiciones es cuando es imposible que vayas a convencer a alguien.
El fanatismo en política es algo que tú no vas a tolerar y no se puede lograr cambiar ni justificar; caso Pinochet, 20 millones de dólares escondidos fuera de Chile. Los pinochetistas lo justifican con la liberación del comunismo. Pero costo 3000 muertos y 10 mil torturados. Ese fanatismo es el mismo que respalda a Cristina Fernández de Kirchner.