El hecho de conectar con el votante por intermedio de las emociones o la identificación es un denominador común que está presente en una gran cantidad de campañas electorales de la actualidad. Frente a este panorama, Braulio González reconoce que “este recurso se saturó y vuelve a las campañas poco creíbles”.
Dicha herramienta es siempre incentivada por la insistencia de que la clave de todo triunfo está en explotar la parte emocional. “Estamos viendo que la puesta está más allá de lo que es la simpatía y el carisma derivado de conceptos emocionales. El foco está en que el candidato sea constante a lo largo del tiempo con lo que dice”, agregó el consultor comunicacional en dialogo con Mensaje 360.
Por otro lado, en cuanto a una planificación estratégica, remarcó la importancia que adquiere conocer de fondo al ser humano para lograr precisión en aquello que están pensando y llevar a cabo un plan asertivo.
“La urgencia de muchos políticos por querer tener efectos inmediatos provoca que las campañas se compongan de tácticas imprecisas y desarticuladas; provienen de la improvisación”, sintetizó.
- ¿Qué importancia adquiere conocer en profundidad a los posibles votantes de nuestro adversario para poder diseñar una estrategia?
- Una estrategia de comunicación, electoral o política se tiene que fundamentar en datos; en información que sea verídica y objetiva. Si esta estrategia no cumple estos objetivos, nos encontramos con un conjunto de intenciones desordenadas que no tiene ninguna justificación coherente: son ocurrencias o ideas aisladas.
Hoy tenemos también que la información es esencial para la toma de decisiones políticas, lo que quiere decir que el costo de equivocarse el altísimo.
Hay muchas maneras de cómo nos llenamos de información para conjugar dichas estrategias: a veces de encuestas, documentos estadísticos, fuentes cualitativas, análisis político o metodologías vinculadas a la observación.
El big data es una característica de las metodologías de información que entiende que hoy estamos procesando muchos datos como sociedad a través de múltiples mecanismos, herramientas y dispositivos que tenemos a nuestro alcance. Buena parte de nuestro día a día está siendo registrado; no es solo lo que opinamos o decimos, sino lo que hacemos en nuestra vida cotidiana también genera información
- Según su mirada, ¿qué fenómeno atraviesa América Latina en cuanto a foco de las campañas? Es decir, ¿se utilizan más estrategias basadas en la imagen, en un tema o el tipo de votantes?
- América latina se encuentra en un proceso expansivo del modelo del candidato caudillo. Esto no es igual en todos los países. Estamos viendo lo que pudiéramos denominar como una regresión a figuras que enarbolan la confrontación o el rompimiento o la sustitución de modelos de gobiernos.
Estamos hablando de un personaje que se presenta como súper poderoso, que habla fuerte o es irreverente. Es admirado socialmente por ser intrépido. Este tipo de cualidades vienen a sustituir perfiles académicos que tienen una visión más articulada del gobierno.
- ¿Por qué sucede este cambio de paradigma?
- Hay una explicación que tiene que ver con la manera que el día de hoy estamos percibiendo la política en América Latina: estamos viendo que es más espectáculo o entretenimiento. Vemos a los políticos ansiosos en salir bien en las encuestas y no ocupados en el ejercicio de gobernar. También existe el colapso de la paciencia y tolerancia social que se traduce en desanimo. Una buena estrategia debe entender lo que pasa en la política y cómo lo percibe la sociedad.
- ¿Cuál es la diferencia entre táctica y estrategia? ¿Crees que los políticos entregados a lo táctico a veces ni perciben que tienen una estrategia?
- La urgencia de muchos políticos por querer tener efectos inmediatos provoca que las campañas se compongan de tácticas imprecisas y desarticuladas; provienen de la improvisación. En una campaña hay que actuar rápido, pero sobre el marco estratégico.
Hay una gran diferencia entre el político estratégico y el táctico. El estratégico resultan ser los mejores políticos en el largo plazo. Los tácticos se ahogan en el activismo muy inmediato, suelen ser políticos de corta vida y con ideas pequeñas.
Cuando se enfrentan a crisis (los tácticos) o procesos de reelección se meten en problemas porque requieren de una estrategia. La estrategia es una sola tácticas pueden haber muchas pero tienen que estar sujetas a la estrategia.
- ¿Cuánto influye en la política las diversas críticas sobre desprestigio que recibe la actividad y cómo se sanan?
- Yo soy de la idea de que la crítica siempre hay que celebrarla porque es una evidencia que la libertad de expresión existe. Es una evidencia de que la sociedad vive en un marco de democracia. En ese sentido, hay que promover la crítica y también escucharla para que se convierta en un ejercicio de evaluación. Visto desde esa perspectiva puede resultar productiva muy para un proyecto político.
Hay que saber distinguir lo que es una crítica autentica y un producto de una estrategia de resistencia o dañina. Si tenemos una crítica negativa significa que estamos haciendo algo mal, y efectivamente merece ser cuestionado, y la otra razón es que estamos comunicando mal. Que no estamos compartiendo la visión que queremos compartir ni poniendo la información importante. Es importante entender que estamos en la “era del escándalo”.
- ¿Cómo definirías a esa era del escándalo?
- Significa que la política es excesivamente visible y hay una gran capacidad social para buscar intervenir a través de opinión que se genera en las redes sociales y en otros medios de comunicación. Estamos hablando de una sociedad que busca incidir de una manera enojara, cada vez más.
Damos cuenta que existe una visión de la política bajo esa narrativa que es oscura, entonces tenemos todo un reto en este sentido de revertir el proceso para entonces hacer entender que la política es un proceso de participación conjunta. Una política abierta y una estrategia de comunicación que la acompañe debe comprender esta circunstancia.
Una estrategia de comunicación no solo debe aspirar a ganar una elección, sino también convertirse en un instrumento cotidiano de la política que permita que se funde las bases de una sociedad y generar ciudadanía.