Sola: “Hay que ponerle un alto a la farsa comunicativa”

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Hace pocos días, la brasileña Marta Vieira da Silva, la mejor futbolista del mundo, dijo entre lágrimas, en expresiones que se viralizaron en las redes sociales apenas quedó eliminada su Selección del Mundial, que las generaciones futuras deben “llorar en el inicio para sonreír al final”, como una metáfora del sacrificio imprescindible para conseguir objetivos trascendentes.

Al igual que a las mujeres que juegan al fútbol, a Antonio Sola, con múltiples éxitos como consultor en comunicación política, no le gustan las cosas fáciles. Por eso, en los últimos tiempos ha elegido asesorar a candidatos presidenciales de África “con pocas chances de ganar”, como él mismo admite; y, más complicado aún, a su propia esposa, Susana González que es, desde mayo de este año, viceprefecta de la Provincia del Guayas, en Ecuador.

Para cualquiera de los casos, como profundiza en esta entrevista, Sola no tiene disparadores masoquistas, sino al contrario: está convencido de que, en el caso de África, la apuesta a candidatos con pocas chances de ganar, pero renovadores, es un aporte a la calidad de la política, de la comunicación que la acompaña y, más aún, de la democracia. En el caso de su esposa, el resultado ha sido también, asegura, un gran aporte a la ya buena convivencia preexistente: de día discutían de estrategias de campaña; de noche, sobre qué cenar.

Antonio Sola no necesita presentación, pero allí vamos: es español, tiene 46 años y una facilidad de palabra envidiable. En cada congreso o evento de comunicación política que se desarrolle en cualquier parte del mundo, es presentado como “el Creador de Presidentes” por un antecedente incontrastable: participó en 13 campañas que llevaron a candidatos a la primera magistratura nacional en distintos países y en más de 500 contiendas de cargos electivos de todos los órdenes. Entre ellas, ya fue dicho, la de su esposa.

-¿Cómo fue trabajar en la campaña de Susana?

-Me casé con ella en 2012. La conocí en 2007. Ella ya era diputada en aquel entonces, luego fue concejal, pero nunca me tocó ser el estratega de una campaña donde ella, además, fuera candidata tan directa. Me ha tocado tomar decisiones difíciles, que son complicadas con cualquier otro candidato pero que, en el caso de ella, puede ser aún peor porque lleva acompañándome en campañas más de 10 años, tiene el derecho de discutir cada determinación que pude haber tomado. Entonces entrábamos en un tira y afloje sumamente difícil, ninguno de nosotros es agua tibia, yo particularmente soy muy atropellador. Entonces en un cuarto de guerra, de golpe tenía que enfrentarme con un candidato que era mi esposa. Y ella con su marido. Y después de esos conflictos, volver a casa juntos. Yo suelo ser mucho más duro con los propios, es a los que más castigo. Soy consciente que, en varios momentos de la campaña, eso resultó un sufrimiento para ella: quizás fui duro en exceso. Pero en definitiva, Susana fue una trabajadora descomunal que nos arrastró a todos a trabajar junto a ella 20 horas por día. Al cabo de eso, la experiencia fue brutal: finalmente pude ser estratega hasta el último minuto, crecimos mucho como pareja, ella creció políticamente una enormidad y yo estoy seguro que también crecí como consultor tras todo ese proceso. Acabó fortaleciéndose la pareja y encima triunfamos. La lección fue buenísima.


LIDERES MEDIOCRES

Desde la experiencia obtenida en todas sus campañas, el español se muestra cada vez más crítico con muchos de los cuadros políticos actuales. “Tenemos líderes mediocres en todo el mundo que no están dando el nivel de hechura para ser entendedores de sus respectivas sociedades”, afirma.

-¿Qué es un “entendedor de sociedades”?

-El concepto de “entendedor de sociedades” está incluso por encima del de presidente, alcalde o diputado. Es mucho más profundo que eso: tiene que ver con la psicología, con la antropología, con la economía. Entender una sociedad es muy profundo. Y no hay actualmente muchos líderes que estén entendiendo sus sociedades. América Latina tiene muchos ejemplos: la Argentina de Macri es un caso paradigmático, en Colombia Iván Duque está midiendo 20 puntos y se trata de un Gobierno relativamente nuevo. Bolsonaro lleva ocho meses de Gobierno y también está cayendo a una velocidad increíble. Lo mismo ocurre en Europa. Macron, un tipo narcisista, napoleónico, que se mira más asimismo que a otra cosa, es un presidente que ya lleva dos años de Gobierno, le queda otro tanto, y también está midiendo 20 o 22 puntos.

-¿Cómo llega un Presidente a medir 20 puntos de popularidad?

-Mira, te contesto eso con un recuerdo. En el año 2007 trabajaba con Felipe Calderón, ex presidente de México. A pocos meses de asumir su cargo, Calderón enfrentó una grave crisis provocada por el aumento del maíz a nivel internacional: fue la llamada “Crisis de la Tortilla”, que provocó un brutal descontento por el incremento en la suba de ese alimento, que es fundamental para los mexicanos. Por entonces la imagen de Calderón comenzó a caer, pero hubo un momento donde los números empezaban a ser amenazantes: solamente alcanzaba un respaldo del 50 por ciento, un número mucho menor al que meses atrás le había dado la Presidencia. Entonces tuvimos una reunión privada y, durante ese encuentro, se mostró muy preocupado por lo que él consideraba una verdad irreductible: la caída de popularidad por debajo de los 40 puntos no se traducía sólo en falta de apoyo, sino en serios problemas de gobernabilidad. Un concepto descomunal del que, sin duda, aprendí mucho. Pero descomunal porque implica entendimiento y muchísimo nivel de conocimiento sobre qué ocurre cuando concretamente comienzas a tener esos problemas de gobernabilidad. Calderón pudo darse cuenta a tiempo que debía cambiar. Pero otros dirigentes no tienen esa iniciativa.

Sola hace una comparación con la situación de Mauricio Macri: “El problema de Macri ya no es tener 25 puntos de popularidad, sino que en realidad tiene serios inconvenientes de liderazgo, que no se solucionan con un vicepresidente peronista. El punto es que te vas a Francia y ocurre lo mismo con los chalecos amarillos. Y te vas a Colombia y ves que el proceso de paz está hecho un desastre. Porque en realidad no están gobernando a nadie. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Cómo lo solucionamos? Tiene que empezar a existir un cambio desde lo mental, desde lo generacional. Pero no hablo de la edad, sino de la búsqueda de un liderazgo distinto, que es el que pretenden nuestras sociedades”.

“Uno de los problemas más graves -puntualiza- es que hay casos donde la mediocridad se alimenta de mediocridad. Donde los que están enfrente de esos liderazgos son igual de mediocres. Quedémonos en Argentina, donde tenemos dos extremos, como Macri y Cristina, que se odian y también se alimentan de ese odio. Macri es presidente porque Cristina cayó, y Cristina aspira a retomar el poder, ahora desde la vicepresidencia, con el gran argumento de la caída de Macri. Todo esto tiene que ver con una mecánica que es del siglo pasado, no del que viene, sino de lo que ya quedó atrás. Tenemos gobernantes que te llevan a la punta del barranco y te muestran que lo que hay del otro lado es peor aún. El tema es que las sociedades cambian, evolucionan, y ya no están aceptando estas extorsiones. Y está muy bien que nos repensemos, es absolutamente imprescindible”.

Andrés Manuel López Obrador, el presidente de México al que Sola supo ponderar meses atrás, también se ha convertido, según la mirada del español, en otro líder mediocre: “He sido muy crítico de su persona, pero la realidad es que luego empezó muy bien su Gobierno. Sin embargo, al poco tiempo empezó a repartir mucho dinero, apelando al populismo, sin darse cuenta de que no se trata sólo de dar el pescado sino también de que la gente aprenda a pescar. Hoy, López Obrador está navegando con bandera de pendejo (N. del R.: expresión que refiere a cierta ingenuidad intencional) ante los problemas reales que tiene México, no asume responsabilidades, gobierna a golpe de encuestas. Yo creo que le va a ir mal y esto va a ser dentro de muy pronto”.

“Lo triste -agrega-, es que está dilapidando una oportunidad histórica para su carrera y, lo que es mucho peor, para su país. En su momento supo aglutinar muy bien a la izquierda y ganar la elección. En ese momento yo dije también que había dejado de ser un peligro para México. De hecho, la ira que experimentaban ante el gobierno de ese momento sin duda era mucho mayor que el miedo a López Obrador. Debe reencontrarse con el camino que lo llevó al poder”.

DEMOCRACIA DIRECTA DIGITAL

Como cualquier profesional vinculado a la comunicación y a la política, Sola tiene interiorizada la relevancia, tan cierta e incierta a la vez, de las redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram y cualquier otra plataforma creada, por crearse o que, en estos tiempos fugaces y dinámicos, se esté creando mientras se escribe esta nota.

“Las redes sociales están ganando terreno de modo muy veloz. Todavía, y la palabra clave aquí es todavía, los medios tradicionales reinan pero empiezan a perder espacio. Es decir que tú no sólo ves la televisión. Tú ves la televisión pero también contestas tu teléfono. Y esa es la potencia que empiezan a tener las redes. Los multiconsumos derivados de los medios tradicionales en las conversaciones que se generan en las redes, que no prescriben el voto pero que conducen”.

“En los próximos 20 años -pronostica Sola- tenemos que reinventar las normas que rigen la democracia. Las que tenemos ya no sirven, están obsoletas y hay que reinventarlas. Debemos ir hacia las 3D: Democracia Directa Digital. Para explicarlo en modo sencillo: la política nunca logró revolucionar la Internet. Pero esta Internet sí está revolucionando a la política”.

El español está seguro: “En 20 años, la Democracia Directa Digital nos va a llevar a arrancar de cuajo la intermediación política, los partidos políticos van a tener que repensarse, y los congresos y los senados van a tener otras funciones. La relación entre un presidente y un ciudadano va a ser digitalmente directa. Esto ya está empezando a pasar. Pero además están empezando a emerger los líderes digitales, esto que yo he llamado Líder Brana, que se trata de un tipo que está entendiendo estas 3D que mencionaba antes”.

Sola cree que el ejemplo más próximo de Líder Brana -concepto asociado a su visión de la transformación de los cerebros a partir de las nuevas percepciones de esta época- es el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, “un tipo silencioso e híper joven que entendió muy bien la dinámica digital y construyó desde allí. Si investigas un poco, acabas no creyendo todos los asuntos en los que está metido Canadá. Y todo es a partir del impulso de su presidente. Un caso a estudiar: yo creo que es de lo más avanzado que tenemos en el mundo”

UNA CASA DE SENTIDOS

Desde hace tres años, Antonio Sola amplió los límites de su trabajo y se involucró con candidatos de países africanos como Mauritania, Sudáfrica o Kenia donde el contrato de un consultor no tiene paralelismo con las cifras altas que se pagan, por ejemplo, en Europa y, en menor medida, en muchos países de América.

- ¿Por qué decidió trabajar en países de África?

- Creo que como seres humanos tenemos la obligación de que la comunicación política puede aportar a que África sea mejor. Desde luego que también intervienen los planes económicos, los planes de turismo y políticas equilibradas, pero desde nuestro lugar por supuesto que podemos aportar, gritar en alto lo que pasa allí. ¿Sabes qué me ha pasado en África? Este año he tenido la fortuna de seleccionar candidatos presidenciales a los que yo veo con el potencial necesario para ser líderes del siglo XXI. Por eso, estoy enfocado en transitar por campañas presidenciales que tienen el 90 por ciento de probabilidades de perder, pero estoy seguro que vale la pena pelearlas. Esto, que parece un trabajo infructuoso y sin sentido, en realidad me está dotando de sentido a mí, me está dando significado, porque si defiendo la idea de que la comunicación política se tiene que repensar para ponerle un alto a la farsa comunicativa, tengo que ser el primer ejemplo. Yo me miro en el espejo del mundo africano y lo que me sucede es que eso que hago allí me da sentido y me da significado. Me vuelvo de pronto a sentir yo mismo, sin estar viviendo una vida esquizofrénica. Lo que hago es lo que pienso. Entonces tengo la posibilidad de sentirme sumamente feliz haciéndole una campaña a un ex esclavo, porque creo que eso es una responsabilidad moral mía. Son cosas increíbles porque no se trata de cerrar un contrato, sino de buscar el propio sentido. Y eso nos debe llevar a tener una casa de sentidos, saber lo que uno representa, la identidad y no la imagen. Una casa de sentidos es como tener una dirección física, que la gente sepa donde estas y quien eres.

La reflexión final de Sola se llena, así, de significación: “Hay que ponerle un alto a la farsa comunicativa en la que todos hemos entrado. La comunicación política no puede siempre y en todo momento frivolizar a la política. A eso estamos tendiendo con el esfuerzo, a veces consciente, o a veces inconsciente. Pero el punto es que nosotros, como consultores, tenemos responsabilidades cuando acompañamos a la política, una gran responsabilidad. Y por lo tanto tenemos que explorar, en nuestra profesión, procesos orientados a la autorregulación, a niveles de responsabilidad superiores. Ya no podemos seguir reivindicando a la frivolidad”.


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