Campañas en Pandemia: ¿Qué aprendimos en 2021?

El Candidato
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Un año que difícilmente vamos a olvidar será 2021, a la par de otros también terribles, como 1941, que inició formalmente la Segunda Guerra Mundial tras el ataque sorpresivo a Pearl Harbor, o el fatídico 2001, quenos dejó perplejos mirando cómo los dos colosos del centro financiero neoyorquino colapsaron tras el impacto de aeronaves comerciales secuestradas por miembros de Al Qaeda.

El año 2021 resultó ser el año de la pérdida cuando parecía ser el de recuperación de una pandemia que inició a finales de 2019 y nos mantuvo atemorizados, reclusos en nuestros propios hogares durante casi todo 2020. Pero no fue así, arrancó con un mal augurio: el ataque al Capitolio en Washington por seguidores de Donald Trump negados a reconocer el triunfo de la dupla demócrata conformada por Joe Biden y Kamala Harris, bajo el supuesto de fraude electoral. Por primera vez en 245 años de historia, la tierra de la democracia, la libertad y el nuevo orden mundial trastabilla ante una turba enardecida por su propio líder, el presidente, a través de las redes sociales en contra de las instituciones gubernamentales, superando los pasajes de máxima ficción en series como de El Ala Oeste (The West Wing) o Casa de Naipes (House of Cards). Afortunadamente, el orden prevaleció.Unas semanas después, Biden se posesionó como el 46 en turno atendiendo en la Casa Blanca y Harris se convirtió en la primera vicepresidenta en la historia de esa nación.

México, el vecino norteamericano, enfrentaba un reto mayúsculo en sus elecciones federales intermedias, las más grandes y complejas en su historia con 500 escaños en la Cámara Baja, 300 por el principio de mayoría relativa y 200 por representación proporcional; 15 gubernaturas, 30 renovaciones de congresos locales con 642 diputados de mayoría relativa y 421 de representación proporcional; 1.923 presidencias municipales, 2.057 sindicaturas, 14.222 regidurías y 204 concejalías y 431 cargos auxiliares y dos elecciones en municipalidades del estado de Hidalgo. En total, se suman 20.417 posiciones que el Instituto Nacional Electoral logró en una organización muy plausible que le ganó un fuerte enemigo: el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien desde entonces no ha perdido oportunidad de atacar al organismo autónomo con el claro fin de apoderarse de él para las próximas elecciones presidenciales de 2024.

Fiel a su estilo desde que gobernó del 2000 al 2006 el Distrito Federal, capital de la nación mexicana que renombraron acertadamente Ciudad de México, López Obrador ofrece diariamente, desde que arrancó su gobierno hace ya tres años, una rueda de prensa donde él es el personaje principal con algunos acompañantes o pajes eventuales en la cual toca cualquier tema de coyuntura para atajarlo, en caso de que represente una posible amenaza, o impulsarlo, cuando significa una oportunidad. A lo que le ha llamado la fórmula de 4T, siglas del cuarto movimiento de transformación (precedido por la independencia de 1810, la reforma de 1857 y la revolución de 1910), tiene cuatro ingredientes: acusar a quienes se opongan a su proyecto, desviar cualquier problema que se presente hacia un tema que sea cómodo o manejable, negar cualquier acusación, dato o hecho que resulte incómodo y polarizar todas las situaciones con maniqueísmos o dualismos básicos de ellos y nosotros, todo con un lenguaje coloquial y palabras sencillas para que cualquier mexicano, sin importar su nivel educativo, entienda el mensaje. En cuanto concluyó la elección, el nacido en Macuspana encontró en Lorenzo Córdova y el instituto electoral que preside a su enemigo preferido, a quien le pone retos casi imposibles a fin de tropezarlos para minar su prestigio sin desestimar los 63 puntos de aceptación, un número inédito en la historia de los puntajes para un presidente mexicano.

A pesar de la logística electoral de esta tarea titánica y muy golpeada, no estuvo exenta de valiosos aprendizajes, como fue el caso de Samuel García en Nuevo León, quien comenzó el año haciendo una campaña disruptiva siempre apoyado por su esposa, la influencer y modelo Mariana Rodríguez, y ahora aparece en un lejano tercer lugar de las preferencias con su partido naranja, Movimiento Ciudadano (MC). A la cabeza se encontraba Clara Luz Flores, como candidata del partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), el mismo del presidente López Obrador, en un estado donde éste registra mayores niveles de rechazo. Detrás, pero no muy lejos, se posicionaba Adrián De la Garza, quien fuera alcalde de la capital de la entidad federativa por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el más antiguo en América Latina y el que ha gobernado México 76 de los últimos 100 años. Entre una andanada de acusaciones mutuas, De la Garza amanece el 24 de marzo de 2021 con un revelador video de la abanderada marrón en una larga conversación con Keith Raniere, el polémico fundador de NXIVM, a quien negó conocer tras pregunta expresa días previos a esta primicia.
El manejo de crisis por parte del equipo de campaña de Flores fue tan malo que es digno de estudiarse para evitar repetir esos errores y su caída en las preferencias de los neoleoneses fue inmediata; el equipo priista de beneplácito, Adrián, iba al frente. Con las semanas, los registros de encuestas externas publicadas y varias internas demostraban algo que los estrategas del PRI no calcularon: la preferencia que perdía MORENA estaba siendo capitalizada por MC. Samuel llegó pronto al segundo lugar con fuerte tendencia al alza y gracias a la campaña más innovadora de2021 en México y, me atrevería a afirmar, en toda América Latina. Logró conquistar al electorado al ritmo de “Ponte Nuevo, Ponte León”, ganándole a los naranjas las dos economías estatales más importantes de México, fuera de la zona metropolitana de la capital del país, quienes en 2018 se hicieron de Jalisco con Enrique Alfaro. Dicho sea de paso, el municipio Monterrey lo ganó con amplia ventaja Luis Donaldo Colosio, hijo homónimo del candidato a presidente en 1994, asesinado en pleno acto de campaña; ahora es uno de los posibles candidatos presidenciales de MC para 2024.

Samuel y Mariana fueron disruptivos, impulsados en efecto por un error estratégico, pero la congruencia consigo mismos y el electorado de su estado, sumado a su perseverancia, los llevaron al triunfo más que merecido. La lección, tras los actos de Adrián, es que no siempre aniquilar a tu adversario te garantiza el triunfo, a veces es mejor administrarlo y encontrar un mejor momento para tirar un golpe maestro. Este fue el caso en la pasada elección de Nuevo León.

No es casualidad que quienes aspiran a una candidatura tienen puesta la atención en la campaña de Samuel García y contratan asesores con la consigna de que les preparen una comunicación idéntica. Igual que en la campaña de Clinton en 1991, Rodríguez Zapatero en 2004 y Obama en 2007, hay campañas que generan un paradigma, todos quieren imitar el fenómeno, como sucedió en México con Enrique Peña Nieto en 2012, sin embargo, se debe entender que los modelos exitosos dependen de su contexto y circunstancias, mismas que no se pueden copiar y, cuando mucho, tomar algunos elementos para construir una estrategia particular. No todas las parejas que quieren contender pueden ser un facsímil del matrimonio “fosfo-fosfo”, popular alusión a los tenis color naranja fosforescente que ella presumía a sus seguidores de Instagram hasta que se convirtieron en un distintivo que los reconoce rápidamente en el ideario de su localidad.

Para contrarrestar la fuerza de MORENA, el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) decidieron aliarse con su añejo adversario, el PRI. Para la Cámara de Diputados presentaron 218 fórmulas en esta modalidad y contendiendo independientemente en los 82 distritos restantes. Esto significó un éxito porque lograron quitarle la mayoría a MORENA en la cámara baja y la triada suma ahora 197 escaños, convirtiéndose en la actual legislatura un verdadero contrapeso a las decisiones inapelables de López Obrador en la anterior legislatura.

Lo cierto es que en las elecciones para las gubernaturas fue todo lo contrario. En Baja California, la alianza designó a Lupita Jones Garay, ex Miss Universo y organizadora del certamen de belleza durante décadas. En Baja California Sur, nombraron a Francisco Pelayo, supuesto delfín del gobernador. En Campeche, el candidato fue Christian Castro Bello, joven candidato y sobrino del dirigente nacional del PRI, Alejando Moreno Cárdenas. En Colima, se abanderó a Mely Romero, joven con trayectoria administrativa y legislativa. En Michoacán, la responsabilidad recayó en Carlos Herrera Tello, quien también se consideraba el delfín de gobernador perredista Silvano Aureoles. En Nayarit, la candidata fue la abogada Gloria Núñez, quien con tan solo 36 años cuenta con dos maestrías, ha sido diputada local, alcaldesa de Compostela, diputada federal y senadora. En San Luis Potosí, es César Octavio Pedroza, un candidato con excelentes credenciales en el ámbito empresarial, legislativo y del servicio público. En Sonora, el experimentado Ernesto Gándara es quien resulta candidato con la bendición de la gobernadora. En Tlaxcala, la alcaldesa de la capital, Anabell Ávalos Zempoalteca, es quien se pone los tres emblemas. En Zacatecas, la senadora Claudia Anaya se queda con la candidatura tras una fuerte contienda interna. Todas estas candidaturas fueron derrotadas por MORENA. El PAN decidió ir sin alianza en Querétaro y Chihuahua, ambos estados los retuvo. Por su parte, el PRI y el PRD perdieron todas las entidades que gobernaban.


La pregunta obligada es ¿qué pasó? Es cierto que la popularidad presidencial, con programas de gobierno de dádivas monetarias directas a jóvenes y adultos mayores, configuraban un enemigo color marrón difícil de vencer, aún más si a eso le añadimos un importante factor que los hizo casi invencibles: los gobernadores. Esto no significa que ellos incurrieran en un delito electoral participando en beneficio de los candidatos de sus propios partidos, pero tampoco tenía porque ir al extremo de ser obstáculos. A la fecha, no sabemos si los gobernadores fueron amedrentados o seducidos por la cuarta transformación y si decidieron, como Poncio Pilatos, lavarse las manos o desde las altas esferas del gobierno federal se las amarraron.
Tras el corte de caja, podemos concluir que los tres partidos tuvieron éxito a nivel federal con el discurso de minar el poder absoluto del presidente, pero no fueron capaces de disminuir los negativos que sumaban al momento de aliarse, tanto adentro como afuera. Por lo tanto, en el ámbito electoral, las sumas también restan. Sin embargo, Moreno, junto con Marko Cortés, al frente del PAN, y Jesús Zambrano, del PRD, decidieron sostener el triunvirato opositor al poder legislativo y extenderlo a las elecciones a gobernadores de 2022.

Ubicándonos ahora en el polo norte continental, quedó claro que ya no que sea bien parecido, el físico atlético, un comportamiento disruptivo o el discurso liberal con linaje político, es él: Justin Trudeau. El mejor expositor en la escena política global de la teoría del capital erótico y la ciencia de la belleza de las autoras Catherine Hakim (2011) y Nancy Etcoff (2011), respectivamente.
El primer ministro canadiense, quien fuera la sensación a mediados de la década pasada, hoy es un político más serio y resolutivo sin perder el carisma y frescura que tiene cautivado al país de la hoja de maple. Concentrado en propuestas asequibles para enfrentar los estragos causados por la pandemia, Trudeau vence al bloque conservador, aunque no alcanza la mayoría cómoda en el parlamento, con lo que está obligado a mostrar una nueva faceta en su carrera política distinguida por una narrativa consistente: el negociador.

En el extremo opuesto de América, en Argentina, el efecto pendular en la dinámica política no ha sido la excepción, incluso, se podría decir que es uno de los ejemplos más emblemáticos durante los últimos cien años. Inspirados en el experimento realizado por León Foucault para demostrar la rotación de la tierra a mediados del siglo XIX, el movimiento pendular ha motivado a diversos estudiosos del comportamiento político en los albores de la democracia moderna en Europa y América, principalmente. Un fenómeno físico termina explicando otro cultural y político a través de la oscilación en un plano cronológico.

José Lorenti expone que esta teoría habla de la existencia de un movimiento pendular en cuanto a las formas del Estado, es decir, en tanto, las manifestaciones que tiene un Estado en determinados momentos, de izquierda a derecha (Lorenti, 2016). Si revisamos el comportamiento político en naciones que se rigen bajo una democracia, nos daremos cuenta de que existen ciclos de conservadurismo seguidos de liberalismo, incluso hay gobiernos marcadamente izquierdistas depuestos por fuerzas de derecha que, a su vez, declinan nuevamente ante los de izquierda, después de cierto periodo.
Aparentemente, el efecto pendular es inevitable, como una fuerza inercial que nos mueve de forma casi instintiva y que solamente se puede aletargar y suavizar, dependiendo de la cultura y dinámica política donde se desarrolla. En el caso de Argentina, la oscilación es acelerada y no propiamente suave.
Entre los fenómenos que impactaron generacionalmente a los votantes argentinos durante esa etapa inicial, entre 1988 y 2005, están la caída de Raúl Alfonsín, el período del carismático Carlos Ménem y un triste y corto gobierno de Fernando de la Rúa para derivar en el apoltronamiento del kirschnerismo (Néstor y Cristina) por doce años para luego ser destronado por un periodo con Mauricio Macri al frente. El exitoso empresario cautivó con un discurso enfocado al bienestar económico que terminó con el periodo de la viuda Kirchner y doce años de política izquierdista con buqué peronista. La esperada recuperación económica en Argentina jamás llegó, incluso se convirtió en una de las peores debacles económicas desde la noche de las cacerolas que sacó a De La Rúa de la Casa Rosada en 2001.

Ni su impecable manejo de redes sociales logró disminuir el enojo social ni detener el regreso de la izquierda. La decepción e indignación en los más jóvenes hizo olvidar pronto los agravios de Cristina y los votos beneficiaron finalmente a Alberto Fernández en 2019.
Mal se sentó en la silla, se desató la contingencia global por COVID-19 y los planes originales tuvieron que cambiar, los resultados ofertados quedaron lejos de ser cumplidos y el péndulo volvió a oscilar hacia otra dirección. El pasado septiembre, sufrieron un duro revés en las PASO, cuyas siglas significan Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, perdieron 18 de los 24 distritos electorales y, aunque forzaron la maquinaria para detener lo que se anticipaba como vapuleo electoral, perdieron presencia en el Senado y ganaron presencia los partidos de derecha.
No muy lejos, en Chile la historia no es diferente entre la izquierda y la derecha. Ahora toca el turno de la primera con un triunfo contundente del joven Gabriel Boric, quien a sus 35 años vence con casi el 56% de los votos en la segunda vuelta a José Antonio Kast. Con un estilo desenfadado, con un toque a la Pablo Iglesias de Podemos, se vende como un liberal que cambiará la ruta trazada por sus predecesores a partir de marzo de 2022. Mientras tanto, Gabriel dedica el tiempo a diseñar su plan de gobierno y mandar tuits de consuelo a la cantante Taylor Swift, y permite que su figura robe atención al mandatario salvadoreño Nayib Bukelé, quien avanza a pasos gigantescos hacia un régimen totalitario, dejando muy atrás el paradigma del joven experto en mercadotecnia que cautivó a su pueblo con una campaña novedosa.

Una verdad innegable es que América Latina vuelve a ser de izquierda, como sucedió hace 20 años. El caso de Perú es un botón para esta muestra, al terminar la primera vuelta del territorio inca, donde los candidatos se dijeron de todos, sobrevivieron Keiko Fujimori, la hija de quien venciera al premio Nobel Mario Vargas Llosa en los años noventa, y el líder sindical Pedro Castillo, para enfrentarse en un duelo no menos brutal. Keiko, pagando los errores cometidos por su padre, se enfocó a un electorado racional con una campaña basada en cifras y propuestas posibles con spots impecables, mientras que el hombre del sombrero hizo lo que llamo una campaña by the book, emocional, cercana y llena de lugares comunes. También, apegado al librito, Castillo aplica a rajatabla las enseñanzas de López Obrador y polariza a los peruanos como su homólogo mexicano: chairos vs. fifís, así acorrala a quienes critican su proceder populista de la misma manera.

En Ecuador podemos contar la única excepción de triunfos de izquierda en 2021, con el obtenido por Guillermo Lasso, el candidato social cristiano que supo posicionar un ícono para concientizar al electorado: los zapatos rojos. Al igual que Dorothy, en El Mago de Oz, esta prenda simbolizó la unidad ecuatoriana contra los pronósticos y lo llevó por la senda del éxito. A diferencia de los también populares “fosfo-fosfo” de Mariana Rodríguez en Nuevo León, los tenis de Lasso si tenían un significado más allá de lo cosmético: la sangre ecuatoriana vertida por culpa de su gobierno que tiñe los pies de quienes lo atestiguan. Para reforzar, posicionó una etiqueta en redes sociales #NoMientasMásAndrés, un golpe letal para el correísta Arnauz, del cual ya no se pudo recuperar y, de paso, impulsó un fenómeno de moda electoral pocas veces visto, pues al final de la campaña era imposible encontrar cualquier calzado con este color en todo Ecuador.
Finalmente, en Europa resaltó el fin de una era. Angela Merkel termina su periodo al frente de Alemania y deja un hueco enorme. Sus opositores obtuvieron el beneficio de los electores y, por ello, simplemente reflexionó que los buenos gobiernos también cansan.

¿QUÉ HACER EN 2022?
Concluido el recorrido del año, les comparto un decálogo de recomendaciones para quienes aspiran cualquier cargo o piensan apoyar a algún aspirante.
1. Realicen un análisis integral con todos los métodos de investigación para entender mejor el fenómeno electoral y todas las posibles coyunturas. Las encuestas, por sí solas, no cuentan toda la verdad.
2. Dimensionen las emociones identificando el humor social como resultante de un contexto y, al mismo tiempo, como el detonador de decisiones electorales.
3. Es importante dar soluciones, pero es más importante dar esperanzas. Nunca lo olviden, el votante necesita y quiere creer en algo, pero, sobre todo, en alguien.
4. La estrategia en tierra no es nada más eventos masivos y menos en un escenario de pandemia que parece no terminar, lo importante es tener contacto asertivo con el elector.
5. La comunicación debe ser integral, basada en una narrativa transmedia de política congruente y potente que permita al elector ser coproductor de los contenidos para que también sea parte de la campaña.
6. Siempre es importante salirse de la caja, pero que esto no te saque de la elección.
7. Ser disruptivos atrae la atención y genera viralización, pero siempre debe formar parte de la estrategia.
8. Entiendan el zeitgeist o espíritu de los tiempos para entender el cambio. En estos momentos de sobreproducción informativa de consumo inmediato e intangible, los ciclos son cada vez más rápidos y requieren del reconocimiento constante de las súbitas transformaciones.
9. ¿Y los jóvenes? Siempre serán el factor de mayor peso en una elección. Ellos son quienes necesitan creer, estar emocionados, ser parte de un movimiento y son susceptibles de ser movidos por el mensaje de un candidato. Nunca los minimices en tu estrategia.
10. ¿Las redes sociales aún son benditas? Dicho popularizado por Andrés Manuel López Obrador en 2018, cuando los ciberactivistas estaban a su favor. Ahora, entre señalamientos a su persona y familiares, las redes sociales ya no son benditas para él ni para ningún político
En conclusión, para quienes quieren hacer un réquiem, les afirmo lo siguiente: ¡La estrategia vive!, es más, está más viva ahora y los candidatos la necesitan con urgencia si quieren triunfar.
#ADarle

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