El caos o yo: el mensaje de Trump

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La esperanza demócrata es obviamente que le reste votos republicanos, o se consiga más movilización demócrata.

PUBLICADO EN EL SITIO DE ANTONI GUTIÉRREZ RUBÍ - «Esto es el caos. Si queréis cambiar América, id y registraos para votar». Estas son palabras de la alcaldesa de Atlanta, la afroamericana Keisha Lance Bottoms, el pasado 30 de mayo, en plena oleada de disturbios en esta ciudad por la muerte del afroamericano George Floyd a manos de la policía. Y no le falta razón a la alcaldesa. Sólo si la izquierda —especialmente las minorías— se movilizan para votar, podrán echar a Donald Trump. Es el único modo. No importa el número de manifestantes en las calles. No importa el número de quejas. No importa el número de disturbios. Si estos colectivos no van a votar o no movilizan a los suyos, los demócratas no tienen nada que hacer.

De hecho, y he ahí el quid de la cuestión, en realidad tal vez sí que importe el número de disturbios, pero no para los demócratas sino para los republicanos y los independientes. Es lo que se llama el voto de «ley y orden», personas asustadas por el vandalismo que quieren seguridad y «mano dura». Es precisamente Trump quien se ha aupado como líder de esta retórica del orden, con mensajes duros contra los manifestantes, como el de «cuando comience el saqueo, comenzará el tiroteo» (refiriéndose a que, si las protestas se intensificaban, asumiría el control mediante la Guardia Nacional) o al declarar grupo terrorista a los llamados Antifa (antifascistas). Como indica Ana Alonso, lanzar gases lacrimógenos a manifestantes pacíficos sólo para que el presidente cruzara la calle y se acercara a la iglesia de St. John a hacerse una foto con una Biblia es otra clara muestra. 

Esta teoría de «ley y orden» se ha lanzado bastante durante las últimas semanas, ya que se ha rememorado la campaña electoral de Richard Nixon de 1968, que apelaba a la mano dura contra las manifestaciones de finales de los años 60 contra la Guerra de Vietnam. Nixon apelaba a la «mayoría silenciosa», que debía acabar con esos desmanes. En The New York Times, Thomas B. Edsall citaba un reciente estudio politológico de Omar Wasow, un politólogo de Princeton, que demostraba que «las protestas violentas de 1968 probablemente causaron un cambio de tendencia de voto de entre el 1,6 y el 7,9% entre los blancos a favor de los republicanos, lo que originó de victoria de Nixon».

Con base en estos datos, Wasow calculó cuál hubiera sido el resultado de las elecciones de 1968 en un «escenario en el que Martin Luther King no hubiera sido asesinado el 4 de abril de 1968 y no se hubieran producido inmediatamente después de su muerte 137 protestas violentas. Bajo este escenario, Hubert Humphrey habría ganado 763.040 votos más a nivel nacional, que significaría, al conseguir algunos swing states, 84 votos electorales adicionales que le hubieran permitido ganar las elecciones de 1968». En resumen, el candidato demócrata perdió esas elecciones presidenciales por los disturbios causados por sus potenciales votantes, que asustaron y movilizaron a votantes republicanos. 

Ese es el peor escenario posible y el terror actual de los demócratas. Y es también el peor porque, por primera vez en muchos meses, veían una clara oportunidad para Biden de ganar, por dos razones:

La crisis sanitaria. Precisamente esta semana, según Morning Consult, Trump está en su valoración más baja respecto a la gestión de la crisis. Un 53% cree que no lo está haciendo bien. Incluso entre sus votantes, sólo un 62% cree que está haciendo una buena gestión.

La crisis económica. La crisis que viene. Todas las perspectivas apuntan a que esta crisis impactará sobremanera en la vida de muchos norteamericanos. Y una fuerte crisis podría afectar a la valoración negativa del presidente. Además, ya no puede culpar a la anterior Administración, como ha hecho durante su legislatura, porque ese mensaje cada vez tiene menos credibilidad entre la ciudadanía. Según otra encuesta de Morning Consult de mayo, el 63% opina que Trump es el responsable directo del estado actual de la economía, en comparación con el 16% que señaló a Obama.

Quedan 150 días aún para las elecciones y todo sigue abierto. Pero la única constante es que los apoyos a Trump descienden. Jennifer Senior, en The New York Times, indica cifras y explica cómo, por ejemplo, el apoyo de Trump entre los católicos blancos cayó 11 puntos entre abril y mayo. Lo mismo el de mujeres blancas, tanto con títulos universitarios como sin ellos. También que un 66% de los estadounidenses desaprueba cómo Trump ha manejado la respuesta a la muerte de George Floyd.

Si en el contexto actual de crisis sanitaria Trump no está siendo bien valorado, y además se avecina una crisis económica, la esperanza demócrata es obviamente que le reste votos republicanos, o se consiga más movilización demócrata. Pero con esta tercera crisis, al contrario, si los disturbios van a más, podría darle alas y dar la vuelta a la tendencia (a pesar de que el contexto es diferente, claro), al puro estilo Nixon de 1968. Otra cosa es que, para noviembre, se siga hablando de violencia en las calles. Desde luego, a Trump le encantaría.

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