La pobreza no es un problema económico

Opinión
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Recientemente el papa Francisco dijo en el Forum de la European House-Ambrosetti que, “…la pandemia de coronavirus ha derribado los pilares inestables de un modelo económico mundial construido sobre la idolatría del dinero y la dominación de los ricos y poderosos”.

Pocos poderosos se atreven a afirmar que la concentración de riqueza es cada vez mayor, aumentando la brecha entre ricos y pobres y las desigualdades sociales. Sin embargo, es fácil llegar a ésta conclusión pues, para nadie es un secreto que, desde hace mucho tiempo, algo no está bien con el sistema económico imperante. Llama la atención que, en plena pandemia, cuando las cifras de desempleo, pobreza y marginalidad se disparan a niveles sin precedentes, los más ricos acumulan más riqueza. Definitivamente, ¡algo no anda bien!

No digo que para acabar con la pobreza haya que acabar con la riqueza, por el contrario, para acabar con la pobreza hay que generar mayor riqueza. La pregunta es, ¿De qué tipo de riqueza hablamos para lograr ese desarrollo sostenible? Necesariamente no es de economía, sino de la educación y el conocimiento.

Ya desde los 90s, Alvin Toffler, escritor, sociólogo, y futurólogo estadounidense, decía que: “Todos los sistemas económicos descansan sobre la -base del conocimiento- Todas las empresas dependen de la existencia de este recurso; a diferencia del capital, el trabajo y la tierra, el conocimiento suele ser desdeñado por los economistas y ejecutivos cuando determinan las aportaciones precisas para la producción. Sin embargo, es el recurso más importante de todos.”

En este cambio de Era, son muchos los desajustes y conflictos que estamos viviendo, pero, precisamente, por ello, bien valdría la pena que los gobernantes comenzaran a pensar distinto. El tema económico no se resuelve solo con dinero; la gran riqueza del mundo actual, y del que vendrá, es el conocimiento, y si no comienzan los líderes actuales a generar estos cambios, a invertir mucho más en educación y salud las brechas de desigualdad seguirán ahondándose, con consecuencias cada vez más graves.

Por ejemplo, estudios han logrado determinar que en los primeros seis años de vida, el cerebro desarrolla conexiones a velocidades 500 veces mayor de las que realiza una mente adulta, lo cual quiere decir que son cerebros que funcionan como esponjas, logrando absorber todo a lo que sean expuestos, con lo cual, la inversión de los Estados debe comenzar en la madre gestante, para que esa criatura tenga las mejores condiciones posibles para su desarrollo en el vientre materno y luego en sus primeros años de vida.

Hoy, entre la educación y la salud, la mayoría de los países de la región invierten entre el 5% al 14% del PIB. Y para generar esos cambios necesarios, esa cifra necesariamente se debería aumentar en más del 30% del PIB, lo cual no es tarea fácil; pero, reduciendo el gasto en armas, frenar la corrupción y el despilfarro, seguramente se conseguirían esos recursos.

Otro aspecto a considerar es el modelo educativo y de salud de los países. En el primero, un muy buen documento elaborado por Intel Educación, titulado “Como transformar la educación para la nueva generación. Guía práctica de la enseñanza – aprendizaje con tecnología”, nos comenta que la educación no puede ser solo datos; los autores -Fullan y Langworthy- recomiendan seis destrezas que establecen los cimientos para un aprendizaje profundo, las cuales hoy no se están presentes en los modelos educativos. Estas son:

“La formación del carácter; rasgos y atributos personales como responsabilidad, perseverancia, y empatía. El civismo; conocimiento de problemas globales, respeto por otras culturas, participación en la conservación de la raza humana y del medio ambiente. La comunicación; habilidad para comunicar de manera eficaz y escuchar activamente a los demás. El pensamiento crítico y solución de problemas; habilidad de pensar en forma crítica para resolver problemas, tomar decisiones eficaces, y diseñar y gestionar proyectos. La colaboración. habilidad de trabajar en equipo, aprender de los demás y contribuir a su aprendizaje, y colaborar con personas diversas. La creatividad e imaginación; habilidad para considerar y perseguir nuevas ideas, dirigir a otros, emprender actividades económicas y sociales.”

Si a esto le agregamos un sistema de salud universal de alta calidad, estaríamos acabando en un par de décadas, con las vergonzantes cifras de pobreza y desigualdad que tenemos hoy día.

Las herramientas están, falta la voluntad política y la capacidad de verdadero liderazgo capaz de romper paradigmas para transformar el mundo, evidenciándose de ésta manera que la pobreza no es un problema económico.

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