Todo gobierno está teniendo que dar ruedas de prensa diarias, algunos con más aciertos y otros con menos, pero hay una norma que nunca falla: las posibilidades de equivocarse en lo que se dice, aumentan cuanto más se habla.
Comunicar la mayor crisis que ha tenido el mundo desde la II Guerra Mundial es algo para lo que nadie estaba preparado.Quien diga lo contrario, miente. Nadie lo había estudiado y nadie había vivido nunca nada similar. Por lo tanto, partamos de la base de que todo el mundo está cometiendo errores. Porque es inevitable.
Todo gobierno está teniendo que dar ruedas de prensa diarias, algunos con más aciertos y otros con menos, pero hay una norma que nunca falla: las posibilidades de equivocarse en lo que se dice, aumentan cuanto más se habla. Por tanto, es obvio que nadie tiene cien por cien de acierto en sus declaraciones y respuestas ante la prensa. Asumir que va a haber errores es el primer paso para evitarlos.
Hay otra certeza evidente en lo que vivimos: no son tiempos de exceso de marketing, ni son tiempos de estrategias electorales, ni tiempos de decir cualquier cosa para llamar la atención. Esto ha descolocado estrategias comunicativas que estaban siendo exitosas en los últimos tiempos. Los líderes populistas mundiales son, posiblemente, quienes más están quedando retratados. Cito dos ejemplos: Bolsonaro en Brasil, defendiendo que Brasil no podía parar, o Donald Trump, que ha llegado a decir que tomar lejía era bueno para el coronavirus. No son tiempos para liderazgos populistas, son tiempos más propicios para liderazgos tecnócratas, serios, y donde salga a relucir la preparación que tienen los mandatarios. Por ese motivo tampoco parecen tiempos para consultores políticos que solo saben pensar en réditos electorales. Parecen más propicios estos tiempos para dejarse asesorar por técnicos y científicos en primer lugar, y para asesores y consultores con experiencia en tareas de gobierno. Una comunicación gris, sin exceso de retórica, es lo más prudente para controlar los daños.
Otra de las certezas es que gana quien suma, y pierde quien resta. Me explico: los líderes que buscan confrontación y enfrentamiento en medio de una pandemia mundial de este calado, pueden salir muy dañados. La población quiere unidad. No es tiempo de hacer política, es tiempo de hacer gestión. Ningún líder va a caer en estos días, pero sí va a haber muchos que saldrán debilitados de esta crisis de cara a su futuro. La gente no va a olvidar quien haya estado a la altura y quién no. Y sobre todo, la gestión de la crisis económica y social que sucederá a la crisis sanitaria va a marcar el futuro de todos los gobiernos mundiales. Entonces será el momento en que la oposición de cada país tendrá que mostrar sus cartas. Quien se adelante y quiera hacer oposición antes de tiempo, puede pagarlo caro.
En momentos de grandes crisis no hay que olvidar lo que en Ciencia Política se llama “rally round the flag”. Algo así como “juntarse detrás de la bandera”. Y apropiarse de dicha bandera es el elemento clave que permite que los liderazgos salgan reforzados. En tiempos de guerras o catástrofes naturales, lo habitual ha sido que tiene el poder reciba el respaldo mayoritario de su población. Recuerden a alguien como George Bush tras el ataque a las torres gemelas. Esto es debido a muchos factores, pero uno por encima de todo: las dificultades nos unen. Y nos situamos detrás de quienes ostentan el bastón de mando. Incluso toleramos políticas y discursos autoritarios que en otro momento no toleraríamos. Tampoco queremos experimentos ni novedades. En tiempos difíciles confiamos en lo conocido. Queremos un general al mando.
Por tanto, lo normal es que en las primeras encuestas que salgan en estos días, quienes gobiernan vean un repunte en sus apoyos. Pero como decíamos antes, esta crisis no acaba en la crisis sanitaria, solo es su comienzo. Por lo tanto, ese apoyo puede ser un mero espejismo si la gestión posterior de la crisis social y económica es un fracaso.
¿Qué puede hacer la oposición ante este panorama? Ser propositiva antes que nada. Ponerse detrás de la bandera, y hacer una oposición constructiva, en positivo. Si el gobierno les ignora, podrán recordarlo después. Si el Gobierno toma sus propuestas, podrán recordar que lo dijeron primero.
Por eso otra de las certezas que nos deja es que mejor hablar poco pero hacerlo acertado. Una oposición que critique todos los días será más castigada que una que hable una vez por semana pero lo haga con propuestas trabajadas y certeras.
Otra certeza: no hacer nada es equivocarse. Tanto para gobiernos como para oposición, el exceso de silencio es lo menos recomendado en estos tiempos. La gente va a recordar a quien vea que se ha escondido en esta crisis. Daniel Ortega, Presidente de Nicaragua, será uno de los grandes recordados como pésimo gestor en esta crisis. Hasta 34 días seguidos pasó sin aparecer. Algo que le va a costar superar y remontar.
Quien logra marcarse el tanto de anticiparse, logra un doble tanto. En una crisis como esta, el control de la agenda lo tiene la pandemia y sus efectos. Lograr anticiparse con medidas que reduzcan los problemas que vendrán, es lograr un enorme éxito. Tanto para oposición, como para gobierno. La población, más que nunca, no quiere ideas vacías, quiere propuestas y políticas concretas. Así debiera ser siempre, pero ahora esta demanda es más grande aún.
En conclusión, es obvio decir que estamos ante un tiempo histórico de los que retratan líderes. Algunos saldrán reforzados, otros saldrán destruidos. Pero no cabe duda de que estamos ante la mayor crisis que podíamos imaginar, y que no es nada fácil ni ocupar gobiernos ni comunicarlos.
Javier Sánchez Glez es politólogo y consultor de comunicación política e institucional.
Twitter: @javisanchezglez