Las redes llegaron para establecer nuevas normas y conductas y también para darnos a cada uno de nosotros a través de aparatos móviles la posibilidad de elegir.
Cuando empezamos a explorar el mundo de las redes sociales para divertirnos, para comunicarnos, para socializar y también, para enamorarnos ¿por qué no?, cambiamos por completo casi sin darnos cuenta cómo con el tiempo y la tecnología se diversificaba nuestros parámetros de conducta y comportamiento en relación con nuestro entorno, lo que parecía en un inicio una plataforma que nos haría más sociables, terminó por en muchos casos por aislarnos de nuestro entorno familiar, amistoso y demás.
Las redes llegaron para establecer nuevas normas y conductas y también para darnos a cada uno de nosotros a través de aparatos móviles la posibilidad de “ELEGIR”, elegir qué ver, elegir a quién seguir, elegir como mostrarnos al mundo y cómo queremos ver el mundo de los demás.
Ese “elegir” nos ha puesto en un maratón que dispara de manera impensada la ya tan conocida “Molécula de la recompensa”: la dopamina, un neurotransmisor que de acuerdo a un estudio realizado en Australia, elaborado por la empresa de compra de medios basada en San Francisco (EU) RadiumOne, las redes sociales son la lotería siempre ganada para la dopamina, ya que “cada vez que publicamos un post, compartimos un estado, damos un ‘like’, dejamos un comentario o enviamos una invitación en línea estamos creando una expectativa, generamos un sentido de pertenencia y reforzamos nuestro autoconcepto a través de compartir”.
Ahora bien, podemos saber por demás los beneficios de usar las redes sociales y también, los cambios de conductas que pueden modificar en nuestra cotidianidad, sin embargo, a este hermoso lío le agregamos el FOMO que son las iniciales en ingles de “fear of missing out”, el miedo a perdernos algo, la hiperconexión nos vuelve personas ansiosas de saber como nos dice la ventanita de Twitter “¿Qué está pasando?”, quienes consumimos redes sociales no solo para nuestra vida sino para nuestro trabajo, vivimos atados al famoso dicho la información es poder, y aún más en este interesante mundo de la comunicación política y todo su conjunto, bien seamos asesores, políticos, investigadores, periodistas o simplemente personas que les apasiona este mundo Compol, queremos saber qué pasa, dónde, por qué y quién lo hizo.
Pero en ese “elegir” que les hablaba en un principio surgieron problemáticas que se sumaban a la adicción de generar o consumir contenido, a la ansiedad por el Like, el Retweet o el comentario, y es que todas estas plataformas “gratuitas”, que no es más que un feudalismo digital donde nos ofrecen infraestructuras a cambio de nuestros datos que suben a nubes con absolutamente toda nuestra información: nuestro perfil, geolocalización, detección de rostro o historial de visitas en línea que terminan en manos de proveedores que conocen nuestros intereses cada día al darle click al famoso “acepto términos de privacidad y condiciones”, un paquete de datos en venta.
LA POLÍTICA, EL POLÍTICO Y SU DOPAMINA
Ser conscientes de que nuestra información está en cualquier lado, a muchos inquieta y otros enloquece, pero en nuestra posición como asesores (quienes lo somos) saber cada vez más de un ciudadano a través de diferentes formatos: encuestas, opinión pública y ahora plataformas digitales de escucha inteligente y social media no da la ventaja saber a quién le voy hablar, cuándo y cómo, con mensajes diseñados y creados que puede nuestro político o política puede decir o hacer en su red social.
Nuestro objetivo simple llegar con nuestro proyecto a tantos lugares como sea posible en la red, tocando emociones y sentimientos para que más gente se sume, que nos apoye, nos comparta y claramente: voten por nuestro candidato.
Tal vez se lee esto fácil ¿No?, tenemos todo para saber qué quiere el ciudadano ¡hagámoslo!, pero no es así,
CUANDO NOS VIGILAN NO NOS COMPORTAMOS
IGUAL, las personas saben bien que cientos de plataformas nos tienen en bases, nubes, algoritmos, segmentaciones y demás, son conscientes de que los políticos dicen lo que en teoría los ciudadanos quieren oír y que en tiempo electoral solo les importa ganar, curiosamente la extrema conexión nos ha dado la sensibilidad en algunos temas y la extrema insensibilidad en otros, como por ejemplo ver un acto de gestión como algo sin tanta importancia.
No crean que no soy consciente como ciudadana y politóloga de que este lío de desconexión se lo busco bien la politiquería, que abusó del recurso, de las plataformas y de la pauta entrando en nuestras vidas sin pedir permiso al menos que recurramos al “bloquear” de una y otra página donde nos sale el rostro de algún político a decirnos que está haciendo algo como si fuese una donación o un regalo, cuando en realidad lo poco o mucho que haga es por lo que se le eligió que se le paga.
Cuando me refiero al político y su dopamina me refiero a esto, a la sobre exigencia que tienen los políticos sobre sus asesores, estrategas digitales o simplemente el heroico community manager (quienes alguna vez lo fuimos para un político podemos sentir verdadera empatía por el trabajo tan admirable y desgastante que es ser CM), pero continuando con esta hormona del placer que les genera a los políticos las respuestas inmediatas, los likes, me gusta, los RT, llegamos a ese nivel de ridiculización como ver a un político en plena pandemia por COVID-19 bailar tik tok o cuando en tiempos electorales en México en 2018 los candidatos a presidentes bailaban con filtros de perritos de Snapchat para enseñarnos (según ellos o sus asesores), que estaba en onda con la juventud.
El secreto de los “likes” en la política no está en los mejores diseños gráficos, en los videos de mejor calidad ni en la obsesión de hablar de todo y opinar de todo para montarse en la ola y la conversación. Desde mi pequeño lugar y mi experiencia, el secreto está en que sepamos algo tan simple, tan sencillo y que es algo que aprendimos desde el jardín de niños y a veces olvidamos y son “las normas del buen hablante y del buen oyente”, si eres hablante: “Piensa bien lo que vas a decir antes de decirlo” y si eres oyente: “escuchar atentamente al que habla”, son dos grandes lecciones que se tienen que aplicar en el mundo real y en el digital, de qué sirve la sobre saturación de contenido cuando no estamos diciendo NADA, por qué pensamos desde la política que sabemos lo que quiere la gente porque “me lo dijo alguien que tiene toda la vida en política”, por qué solo usamos las herramientas de escucha activa para ver cuántas veces nos mencionan y si es positivo o negativo, el secreto es escuchar porque en el entendimiento de eso que siente la ciudadanía podemos tener estrategias efectivas, contenido orgánico, personas que nos sigan y lo más importante que es una identidad digital que hable de nosotros o de los políticos en las redes sociales transmitiendo lo que somos en esencia.
EL SOCIAL LISTENING Y EL SOCIAL MEDIA:
Escuchar del catarsis colectivo.
Actualmente hay cientos de miles de herramientas que nos pueden ayudar a simplificar en segundos gran número de datos, información y mensajes para compactarlo en valores que sinteticen lo que actualmente está pasando en el mundo digital.
Cada red social nos da un dato porque cada una cumple distintas funciones, no nos comunicamos en Facebook (donde ya está casi toda nuestra familia) que en twitter. En Argentina en este momento la red de mayor influencia es Twitter y también es la que menos usuarios tiene pero al ser usada por usuarios de mayor influencia (tanto dentro de la red como en medios masivos de comunicación) es la referencia de alcance nacional.
Sin embargo, en Facebook las provincias de Argentina tienen mayor audiencia mayoritaria teniendo una penetración de hasta el 98% en algunos casos, pero estas audiencias no generan a diferencia de twitter “Buzz” (tendencias).
Ahora bien, para entender por qué es importante cada una en nuestra estrategia digital, debemos saber qué las diferencia a ambas y cuál es su función:
El Social Listening es análisis de comportamiento, tendencias, insights a gran escala, levanta datos y los analiza, verifica el volumen de esos datos, los unifica tanto en arquetipo (perfil de persona que lo manifiesta) como en sesgos (acá es clave que no sea una persona con ideología política marcada, pero que sepa de política, así salta esos sesgos ideológicos).
El Social Media es una combinación de tu estrategia de comunicación + listening manual, detectas una tendencia o comportamiento pero el volumen de datos es bajo o contiene sesgos y fuerza a un análisis line.
Cuando nos sentamos a definir una estrategia digital la hacemos en base a la estrategia central de la campaña, que está sustentada en investigación, encuestas, análisis, métodos, tácticas y planeación. Si no tenemos claro que lo que hacemos en territorio debe ser exactamente lo que comunicamos en redes adaptándola a cada formato, estamos perdiendo tiempo y recursos, no le podemos hablar a un ciudadano una cosa en la calle y otra en la red, no funciona así.
Es importante que tengamos en cuenta que no podemos extraer datos y análisis digitales sin compartirlos con los estrategas generales de la campaña, no es para llenar informes, los datos sirven para que sepamos cómo alineamos nuestra acción y mensaje tanto en lo estratégico y en lo político, sobre todo si estos datos nos advierten de las crisis.