Lo que queda tras la pandemia: Consecuencias de la COVID en la política y su relación con los medios y la sociedad.

Opinión
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«Dada  la  situación  excepcional  provocada  por  la  pandemia  de  la  COVID-19 (...)» así comenzaban y comienzan muchas intervenciones y comunicados en espacios públicos en los que hasta marzo de 2020 se actuaba con lo que se conocía como «normalidad». El virus sesgó planes, se llevó vidas y trastocó proyectos. Algunos de los cuales han logrado retomarse, otros, no. La política, al igual que cualquier otro elemento de la vida de los ciudadanos, no ha sido ajena a lo ocurrido y también parece querer desperezarse de lo ocurrido durante más de un año y medio.

La  pandemia  ha  supuesto  un  catalizador  para  que  el  uso  de  tecnologías que estaban ya a disposición de todos se incrementase. Reuniones, quedadas con  amigos,  conferencias  o  grupos  de  trabajo  han  migrado  hacia  entornos virtuales difuminando la importancia de la presencialidad y aportando nuevas perspectivas en el ámbito laboral y político.

El primer cambio visible a los ojos de todos se produjo con la llegada de las  ruedas  de  prensa  a  través  de  plataformas  de  videoconferencias, los partidos y las instituciones tomaron momentáneamente el control de la comunicación, pudiendo filtrar más aún las preguntas de los medios y decidiendo  quién  y  qué  preguntaba.  Bien  es  cierto  que  esto  no  dista  mucho  del  desarrollo  de  cualquier  rueda  de  prensa  en  la  actualidad  –el  portavoz  elige  quién le pregunta– pero sí hubo momentos en los que algunas instituciones pidieron a los medios sus preguntas (El Confidencial, 2020). La excusa era lograr un desarrollo más fluido de las ruedas de prensa telemáticas. Afortunadamente,  la  injerencia  quedó  en  algo  puntual  y  los  medios  continúan  preguntando  con  libertad siempre  que  es  posible.  Pero  la  anécdota  mostró algo significativo, muchas instituciones continúan temiendo a los medios y recelan de sus profesionales. Esto es sintomático de la necesidad de concienciar sobre el papel de la comunicación en democracia, de la transparencia y de una visión estratégica de este negociado.

El  uso  de  herramientas  telemáticas  también  provocó  cambios  en  la  gestión interna de los partidos. Durante la primera etapa de la pandemia, algunas formaciones y líderes optaron por mantenerse en un segundo plano ante la alta  volatilidad  de  la  situación  y  para  tratar  de  evitar  el  posible  desgaste. Pasados los primeros compases de ésta, las organizaciones se vieron obligadas  a  retomar  su  actividad  en  un  contexto  marcado  por  las  limitaciones  de movilidad y aforo. La adversidad provocó la emergencia de liderazgos capaces de hacer frente a la situación no solo a través de la adopción de medidas y la gestión, sino también a través de la concienciación y el ejemplo. La labor pedagógica de hombres y mujeres que fueron capaces de mostrar su empatía  con  la  ciudadanía  forjó  referentes  que  se  han  mantenido  en  momentos  posteriores.

Lo interesante de todo ello es que, en muchas ocasiones, a pesar de que los niveles de competencia fuesen autonómicos o nacionales, fueron representantes locales quienes mejor encarnaron el sentir de la comunidad y quienes lograron diferenciarse y mostrar un estilo propio. Estos nuevos liderazgos han continuado por los derroteros que el empleo de  la  tecnología  empezó  a  marcar  hace  más  de  una  década.  Las  narrativas,  cada  vez  más  emocionales  (Arias  Maldonado,  2016)  son  sintomáticas  de  la  traslación de mensajes propios de la esfera privada hasta la arena pública lo cual,  en  el  transcurso  de  la  pandemia,  ha  provocado  escenarios  interesantes. Sin ir más lejos, las intervenciones de Trudeau (Canadá), Johnson (Reino Unido) o Sánchez (España) mostraron diferentes estilos a la hora de trasladar mensajes similares (Hernández-Herrarte, Marfil, Zamora y Santiago, 2022). En la esfera local, esta disparidad también se ha producido con figuras capaces de liderar la concienciación y mostrar la importancia de las medidas en marcha para recuperar lo antes posible la normalidad.  

Algunos, por encima incluso de los propios dirigentes de sus partidos, como en  el  caso  de  la  Comunidad  de  Madrid.  El  hecho  de  que  las  competencias en  Sanidad  recaigan  en  este  escalafón  del  Estado  dotó  de  protagonismo  al manido concepto de la cogobernanza, palabro habitualmente mal empleado (Monge,  2020),  para  referirse  a  mecanismos  de  coordinación  entre  diferentes  niveles  de  la  administración.  Así,  muchas autonomías  aprovecharon la coyuntura para tratar de mostrar su capacidad de gestión y para consolidar sus modelos políticos en el medio plazo. Los procesos electorales en Euskadi y Galicia (2020); y Madrid y Cataluña (2021) dieron continuidad a los partidos o coaliciones de gobierno con la única excepción de la comunidad catalana. Precisamente, las campañas electorales también se adaptaron a la coyuntura.

Durante  los  últimos  diez  años,  los  partidos  se  adaptaron  a  la  atomización de los espacios parlamentarios y mediáticos provocada por la emergencia  de  nuevas formaciones  políticas  (Delgado  Sotillos,  2020).  Esto  provocó una mayor competitividad electoral y narrativa con el fin de lograr visibilidad en los  medios  para  lograr  trasladar las  propuestas  y  mensajes  a  los  electores.  Durante  la  pandemia, los  actores  políticos  han  tenido  que competir  no solo  con  sus  rivales,  sino  también  con  dos  elementos  clave:  los  cambios  en las  prioridades  de  la  opinión  pública  y  el  interés  mediático,  copado  por  el devenir  de  la  situación  sanitaria.  Más  allá  de  las  limitaciones  logísticas  de aforos y la imposibilidad de organizar eventos multitudinarios, los partidos han  tenido  que  formarse  a  marchas  forzadas  sobre  propuestas  de  gestión sanitaria y por hacerlas llegar a los ciudadanos. Todo ello, en un contexto en el  que  los  hábitos de  consumo  informativo  han  cambiado (Montaña,  Ollé  y Lavilla, 2020) y en el que la desinformación y los bulos han jugado un papel importante (Salaverría 2020) nuevamente, de la mano de la tecnología.

Las  conclusiones  que  deja  este  tiempo  son  variadas.  Algunas,  evidentes en cierto modo, afectan al uso y potencial de las tecnologías como elemento central capaz de canalizar la gestión del día a día (también en política). Otras enseñanzas son de índole más humana. Unas atañen a la necesidad de más y mejor conocimiento no solo en ciencia, sino también en alfabetización mediática  para saber  distinguir  el  trigo  de  la  paja,  hacer  llegar  los mensajes  y lidiar con el ruido. Otras relativas al ser, al uso del tiempo y a las prioridades. Estaría bien no olvidar el valor de un abrazo y el peso de los afectos con el prójimo en un contexto polarizado en el que la política no es, ni debe serlo todo.

Vía: J. Pedro Marfil
Universidad Camilo José Cela

 

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