Ecuador arrancó una campaña presidencial que parece un referéndum sobre Rafael Correa

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La expectativa está centrada en si habilitan o no finalmente la candidatura del empresario Álvaro Noboa que podría aglutinar las fuerzas que se oponen a Andrés Arauz, el candidato señalado por el ex presidente.

Comenzar una campaña presidencial el 31 de diciembre no parecería muy práctico, pero así ocurrió en Ecuador. En la Nochevieja aparecieron los primeros carteles de los candidatos y a partir de ese momento tienen 36 días para posicionarse y ganar las elecciones. Hay 16 listas en competencia, pero el candidato que podría tener más posibilidades, Álvaro Noboa, aún tiene pendiente la aprobación de la justicia electoral. Su participación es decisiva, aparece como el candidato de consenso para enfrentar a Andrés Arauz, el hombre señalado a dedo por el presidente Rafael Correa desde su refugio en Bélgica. Y como en tantos otros países, finalmente lo que se juega el 7 de febrero es un referéndum sobre la figura de un líder populista de tipo caudillesco: Correa o cualquiera menos Correa.

Hasta la irrupción tardía de Noboa, un multimillonario exportador de bananas que maneja más de cien empresas en todo el mundo y que ya se presentó seis veces como candidato presidencial, todo parecía destinado a que Andrés Arauz de la Unión por la Esperanza, ex ministro de Correa, enfrentara con muy buenas perspectivas al opositor Guillermo Lasso, de la alianza conservadora CREO-PSC. Si, finalmente, la candidatura de Noboa es autorizada por el Tribunal Contencioso Electoral, éste podría convertirse en una figura aglutinadora de la oposición y todo quedaría entre él y Arauz.

El sociólogo Julio Echeverría de la Universidad Central del Ecuador y columnista de El Universo, lo explica así: “Lo que está en juego es la salida de un ciclo político y el ingreso a otro. Este es un fenómeno que en la discusión política se reconoce como desmantelamiento del “correísmo”, esto es, de un modelo que se demostró responsable de procesos de corrupción institucionalizada, mediante el debilitamiento de los mecanismos de fiscalización y control político y administrativo, incentivados en mucho desde el diseño hiperpresidencialista definido en la constitución de 2008″.

El actual presidente, Lenín Moreno, ya anunció que dejará el cargo el 24 de mayo, en el acto de entrega de poderes que se celebrará ante la nueva Asamblea Nacional, cuyos integrantes también serán elegidos el 7 de febrero o en una segunda vuelta el 11 de abril. Moreno, fue vicepresidente de Correa y llegó al poder en su nombre, pero muy pronto se desmarcó y lo enfrentó. Desde entonces, Correa da vueltas alrededor al acecho de poder regresar. Por ahora, lo espera una condena de ocho años de cárcel por corrupción. El caudillo había estado diez años (2007-2017) en la presidencia y a pesar de su relato, nunca pudo domar la economía que se mantiene dolarizada desde hace dos décadas. Dejó un país sobreendeudado por encima del límite constitucional, con un déficit que osciló entre 4.000 y 7.000 millones de dólares anuales. Esto significa entre el 4% y el 7 % del PIB. En medio de la pandemia, Moreno logró renegociar con los acreedores y obtuvo cinco años de gracia en el pago de capital y dos años para los intereses de una deuda de más de 17.000 millones de dólares. Consiguió una quita de 1.500 millones y rebajar la tasa de interés a un promedio de 5,3 % cuando estaba por encima del 10%. El cronograma de pagos se extendió desde el 2023 al 2040. También logró un nuevo programa de ayuda del Fondo Monetario Internacional de 6.500 millones de dólares.

Todo esto le dará una bocanada de aire fresco a quien llegue en mayo al Palacio de Corondelet. Aunque tendrá que cumplir con las exigencias del FMI de reducir considerablemente el déficit que es de unos 9.000 millones de dólares para una economía con un volumen de 100.000 millones. Moreno prometió realizar en los cinco meses que le quedan en el cargo las reformas pendientes en materia tributaria, laboral y fiscal, pese a tener una Asamblea fragmentada y sin mayoría garantizada.

Viéndolo en los obsoletos conceptos de derecha/izquierda, hay una primera articulación de fuerzas que unifica a los dos grandes partidos de la derecha histórica, el Partido Social Cristiano PSC y CREO (Movimiento Creando Oportunidades), una alianza que se circunscribe al apoyo de la candidatura presidencial del líder de CREO, Guillermo Lasso, mientras mantiene listas independientes para la elección de asambleístas. Desde la izquierda, la candidatura de Yaku Pérez del partido Pachakúrik, aparece con opciones de atraer el voto del movimiento indígena crítico del correísmo y de sectores medios “sensibles a la reivindicación ecologista”. “El discurso de Yaku Pérez, gira alrededor de la promoción de una economía sustentable, opuesta a las actividades extractivistas”, explica el profesor Echeverría. En este mismo sector, pero más hacia el centro, aparece la candidatura de César Montúfar por la alianza Concertación-Partido Socialista, que incluye a figuras sobresalientes de la lucha contra la corrupción del período de Correa. Montúfar apuesta a la reforma institucional como arma anti-corrupción. Los otros candidatos se presentan con discursos ambiguos y acomodados a las encuestas y a su público, de todos modos, muy escaso.

Obviamente que la campaña va a estar condicionada por la pandemia y pendiente del manejo de la vacunación por parte de las autoridades, así como las propuestas al respecto de los candidatos. Ecuador ya vivió una tragedia al comienzo de la crisis sanitaria con cadáveres tirados en las calles. La segunda ola del coronavirus dirá la última palabra. Y si se llega a una segunda vuelta, una posibilidad cierta para varios analistas, entre todas estas candidaturas se van a articular dos fuerzas que son las que realmente subyacen en la sociedad ecuatoriana y esta elección se convertirá en un simple referéndum sobre la figura de Correa.

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