La pandemia en la educación superior

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Antes de la pandemia del Coronavirus, la educación superior ya vivía una situación complicada, pero también de cambios; esto porque su entorno formativo es cada vez más dinámico y complejo. Las diferentes pruebas de selección universitaria y la importancia creciente de los rankings de calidad, así lo han demostrado en el transcurso de los años.

El abismo educacional que nuestro país vive en relación con los demás países de la OCDE es preocupante, situación que se confirma en el coeficiente de Gini sobre desigualdad y que llevó, por ejemplo, a que el año 2019 se desencadenaran diferentes crisis sociales, unas de corto plazo y otras de más larga duración. Algunos de estos conflictos regionales permanecen activos, y se observan minimizado o entraron en estado de receso debido a la pandemia sanitaria.

Frente a este escenario, se hace imperativo un cambio en los paradigmas en los cuales se sostiene la educación, como por ejemplo el de la presencialidad. Asumiendo que la virtualidad llegó para quedarse, independiente de cuando podamos por fin superar la actual pandemia, es necesario mejorar los procesos, formas y modelos educativos actuales; como también la manera en que estos se implementan. Asumir que una clase se puede dictar frente a una cámara, como si se estuviera presente, es mirar la enseñanza con un prisma del siglo XX, pero bajo una plataforma del siglo XXI.

A más de un año del primer caso de Covid-19 en Chile y de los cierres presenciales de universidades y otros tipos de instituciones de educación superior, se hace urgente invertir en Investigación y Desarrollo (I+D) y en paralelo asignar mayores esfuerzos y recursos a la formación de nuestras futuras generaciones; esto no debe verse exclusivamente de manera negativa, sino que como una oportunidad en la cual su desarrollo puede contribuir al crecimiento del sector de educación superior; originando con ello, varios efectos positivos para el país.

Se argumenta, por ejemplo, que los programas en la modalidad a distancia representan oportunidades de mayor equidad, expectativas y disminución barreras, así como también permiten un acceso al sistema de educación superior de nuevos tipos de estudiantes.

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