¿Cómo la ropa que eliges puede influir en tu carrera profesional?

Análisis
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Aprender a articular la valía personal y profesional con la imagen que proyectamos es fundamental para alcanzar los puestos que deseamos y merecemos.

Según relata Jeff Haden, autor de The Motivation Myth: How High Achievers Really Set Themselves Up To Win, fue durante un trabajo en el taller de una fábrica en sus años de universitario cuando aprendió una importante lección sobre la importancia de la apariencia física -y de la ropa que elegimos- en la proyección profesional.

Cuenta el autor que cierto día, el manager del departamento se acercó a él para conversar: hablaron sobre su trayectoria, su educación y sus aspiraciones laborales. El chico le dijo que aspiraba a ser supervisor, y a tener el trabajo del manager con el que charlaba. El ejecutivo sonrió y dijo: “Bien, bien. Me gustan los chicos con sueños”. Tras una pausa, añadió: “Pero si eso es lo que realmente quieres”, dijo, manteniendo su mirada fija para asegurarse de que Jeff estaba prestando atención, “primero tienes que parecerlo”. Y continuó:

“Mira a tu alrededor. ¿Cómo se visten los supervisores? ¿Cómo llevan el pelo? ¿Cómo actúan? Nadie pensará nunca en ti como posible supervisor hasta que realmente puedan verte como un supervisor, y por ahora no lo pareces en absoluto”.

El joven, que llevaba en ese momento jeans raídos y manga corta -para labores que implicaban contacto con grasa y aceites en pleno verano- le respondió:

“¿No debería ser más importante la calidad de mi trabajo que mi aspecto?”.

“En un mundo perfecto, tu rendimiento sería lo único que importaría”, contestó el manager. “Pero este no es un mundo perfecto. Si quieres ser ascendido, asegúrate de parecerte a las personas que ya están en esa posición”.

Y aunque, efectivamente a lo largo de nuestra trayectoria encontraremos a personas con ninguna proyección laboral y un aspecto impoluto, y a personas con rendimiento y dedicación brillantes y ningún cuidado -aparente- personal, ese manager tenía algo de razón.

Y es que las relaciones humanas se mueven constantemente y desgraciadamente en torno a prejuicios, ideas que elaboramos sobre otras personas basadas en elementos irrelevantes como la ropa, los gestos… Y nuestra altura, peso, edad, género y muchas otras cualidades y atributos que no tienen absolutamente nada que ver con nuestro rendimiento.

No obstante, los altos cargos tienden a contratar y promocionar a personas que se parecen a ellos bajo la lógica de “si me recuerdas a mí, entonces debes ser increíble, ¿no?”.

No debemos olvidar que si proyectamos una imagen de conformismo, aunque solo sea a través de la ropa y del comportamiento, probablemente un alto porcentaje de los encargados de contratarnos o ascendernos sentirán que están asumiendo un riesgo un mayor con nosotros.

Es importante sentir que podemos ser nosotros mismos, confiando en que las personas sabrán ver y valorar las habilidades, experiencia, talento y exclusividad, pero poniendo siempre en la balanza la imagen de esa profesionalidad que nos caracteriza y que debemos ser capaces de “vender”.

Publicado en Forbes

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