Once claves para una poderosa estrategia política

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Los tiempos electorales son infinitamente extensos pero al mismo tiempo son infinitamente breves.

El barco de Ulises se acerca al lugar más peligroso.

Es la zona donde las sirenas suelen atraer con su canto a los marineros, quienes quedan aturdidos y no logran impedir que el barco se estrelle contra las rocas. Al caer al agua, los desconcertados marineros son devorados por las sirenas.

Pero Ulises tiene un plan.

Sus marineros tienen los oídos tapados con cera para no caer embrujados por el canto. Y él mismo está atado al mástil, de tal manera que no puede soltarse aunque lo llegue a desear.

Así fue que Ulises, el personaje de La Odisea de Homero, atravesó el peligro y llegó sano y salvo a destino.

Casi 2800 años después, lograr los objetivos políticos es una verdadera odisea reservada solo para pocos.

Esos pocos que eluden los cantos de sirena y se atan al mástil de su barco.

Esos pocos que se atan a su plan, a su estrategia.

 

¿Qué es la estrategia política y cómo se diferencia de la táctica?

El origen de la palabra estrategia está en el lenguaje militar y se refiere al arte de dirigir las operaciones militares. Y también la palabra táctica se vincula a lo militar y designa el arte de poner en orden, mover y emplear las fuerzas propias para el combate.

La estrategia, entonces, es el plan general que dirige las operaciones. Y la táctica es el conjunto de operaciones específicas que se realizan.

La estrategia tiene su ámbito en el cuarto de guerra o la sala de situación donde los generales visualizan el conjunto de elementos intervinientes y su articulación, el paisaje completo y las secuencias temporales de mediano y largo plazo. Desde allí toman las decisiones fundamentales, orientan y guían las grandes líneas de la guerra.

La táctica en cambio tiene su ámbito en los diversos terrenos de batalla donde se despliegan los recursos humanos y materiales del ejército. Allí pesa más lo inmediato, lo específico, el corto plazo, las acciones prácticas concretas, la ejecución en el terreno y las operaciones derivadas de la estrategia y que constituyen el día a día de la guerra.

En política es exactamente igual.

 

La estrategia política es el plan general que orienta todas las acciones durante un período de tiempo.

Es una guía para la acción, pero una guía flexible.

 

El historiador Yuval Noah Harari explica, en su obra Sapiens: de animales a dioses, el secreto del inmenso poder de nuestra especie. Un poder que es bueno comprender en su esencia y en su origen para así profundizar en el valor de la estrategia en relación al poder político.

Hace 70 mil años habitaban nuestro planeta 6 especies humanas, todas ellas insignificantes en cuanto a su impacto planetario. Pero hoy en día solo queda una de aquellas, Homo Sapiens. Y esta especie de la cual formamos parte gobierna el mundo de un modo absoluto.

¿Cómo lo hicimos?

¿Cómo pudo esta especie que era insignificante conquistar tanto poder?

¿Qué la diferenció del resto de las especies animales?

 

La investigación de Harari concluye que la gran diferencia que le ha dado todo el poder a Homo Sapiens es que somos la única especie capaz de cooperar de modo masivo y a la vez flexible. Allí está la clave del poder: esa cooperación masiva permite encarar empresas enormes y alcanzar gigantescos logros que serían imposibles para individuos o grupos pequeños. Y esa cooperación, además, al ser flexible (a diferencia por ejemplo de la rígida cooperación masiva de las hormigas o las abejas) permite ir evaluando y ajustando el trabajo colectivo a medida que se desarrolla.

Piensa en ello: una gran cantidad de personas trabajando de modo coordinado, luchando por un mismo objetivo, cada cual desde su lugar y con su trabajo, todos coordinados en un mismo plan general que se va corrigiendo en función de su propia marcha.

 

El objetivo puede ser construir una pirámide, detener una epidemia, reconstruir una ciudad luego de un sismo, enviar una nave a Marte o ganar las elecciones.

La constante es siempre la misma: cooperación masiva flexible.

 

Eso es lo que permite la estrategia política: que un sector de la sociedad trabaje colectivamente a gran escala y con flexibilidad para lograr un objetivo político.

Al final del día, cuando uno examina los resultados electorales de cualquier país, región o ciudad del mundo, encuentra el mismo secreto. Ese pequeño gran secreto es que el ganador se diferencia de los demás en que fue mucho más efectivo a la hora de organizar a su gente para una enorme y prolongada tarea de cooperación colectiva flexible.

 

Eso es, justamente, una campaña electoral: una gran obra colectiva.

Y la estrategia es el plan maestro, la partitura de esa obra coral y polifónica.

 

Desde este punto de vista la estrategia política es el factor individual más influyente de una campaña. Una buena estrategia ayudará a minimizar errores y carencias, pero ningún movimiento táctico brillante logrará salvar a una campaña de los errores estratégicos.

Por lo tanto, si en algo tienes que dar el máximo de tu capacidad y tu energía, pues ese algo es el plan estratégico.

 

Los once puntos que debe incluir el plan estratégico

El plan estratégico de una campaña electoral debe incluir, como puntos esenciales, los siguientes:

  1. Diagnóstico. Incluye una definición precisa acerca del contexto político, histórico, económico, social y cultural, así como de la coyuntura actual, las características de la elección y las fortalezas y debilidades del candidato y sus adversarios.
  2. Objetivos. No se trata de repetir el estereotipado “quiero ganar” sino de describir objetivos precisos, claros, medibles, realistas y que sean posibles.
  3. Target. Debes decidir cual es tu público objetivo, tu “coalición ganadora”, los segmentos de la población que te llevarán al triunfo electoral. Esto es esencial porque allí, en ese target, tendrás que concentrar todos tus recursos y tus esfuerzos, ya que constituye el sector más permeable a tu mensaje.
  4. Mensaje. La idea central que le vas a comunicar a tu target durante la campaña y que explica por qué votarte a ti en lugar de elegir a otro candidato. El mensaje debe ser simple, breve, claro, portador de emociones y ligado a los problemas de las personas que integran el target.
  5. Posicionamiento. Define qué lugar ocupas actualmente en el cerebro de tu público objetivo: ¿eres el líder, el desafiante, el que tiene cierta fuerza pero pocas posibilidades o el pequeño sin posibilidades reales? Pero defínelo en base a cómo te ve tu target. Y luego define qué posición quieres alcanzar y cómo lo harás.
  6. Recursos. Realiza el inventario de los recursos materiales y humanos que están a tu disposición y explica cómo obtendrás los que te faltan. Incluye entre los recursos la personalidad del candidato así como las características del candidato como marca.
  7. Organización. Decide cómo será la organización de la enorme operación electoral que significa una campaña. Esto requiere un organigrama con estructuras organizativas claras, distribución de cuadros políticos y técnicos, criterios para la toma de decisiones y mecanismos de comunicación interna.
  8. Movilización. Tendrás que delinear cómo esa organización va a movilizar los recursos humanos disponibles a lo largo de las distintas etapas de la campaña (reuniones, eventos, mitines en lugares públicos, movilizaciones de vehículos, manifestaciones a pie de calle, activismo digital).
  9. Cronograma. Al igual que en el ajedrez, establece 3 etapas principales: apertura, medio juego y final. Luego ubícalas en el tiempo e introduce en cada una de ellas los principales mojones, estimando fecha de comienzo y finalización para cada mojón.
  10. Presupuesto. No hay campaña sin dinero. Tendrás que tener un presupuesto total que cubra todos los aspectos. Como regla general considera que tendrás que destinar aproximadamente un 60 % a la comunicación, un 30 % a la logística y un 10 % al pago de especialistas. Necesitarás, por supuesto, un plan de financiamiento de este presupuesto.
  11. Evaluaciones. Recuerda que la estrategia es flexible. En consonancia con ello, establece en qué momentos se evaluará la marcha de la estrategia, en base a qué criterios se hará y quiénes serán los responsables de la tarea. Como resultado de estas evaluaciones realizarás los ajustes y correcciones que correspondan.

Estos once puntos son absolutamente esenciales. Si los cubres todos de manera clara y precisa, entonces tendrás un dibujo, un boceto, una guía para tu campaña electoral.

Un consejo para cuando vayas a escribir el plan estratégico de tu campaña electoral: que sea breve. Si a un Presidente de los Estados Unidos de América no se le puede entregar un documento de trabajo cuya extensión exceda las 2 páginas (dos, two), ¿qué sentido tiene que en otras partes del mundo no seamos igualmente rigurosos en cuanto al poder de síntesis?

Ser breve para documentar la estrategia implica un mayor esfuerzo, claro está. Seguramente tendrás que escribir, antes del plan estratégico, algunos otros documentos complementarios que te servirán de insumos. Pero luego, al escribir el plan mismo, necesitarás alto poder de síntesis.

¿Cómo hacerlo si debes incluir todos los 11 puntos que señalé antes?

Pues redactando cada punto como si fuera un tweet. Obligándote a ese nivel extremo de síntesis. Y recién después agregando, en los puntos que sea necesario, lo que aún falte explicar.

 

Siempre debes tener en mente que el plan estratégico debe ser fácil de leer, visualizar y consultar. Para eso se escribe, justamente. Porque sabes que la estrategia tiene que estar escrita para que funcione, ¿verdad?

 

Por qué la estrategia debe ser escrita

Si la estrategia política no se pone por escrito no existe. Así de fácil. No existe. Aunque teóricamente incluya los 11 puntos anteriores.

Una estrategia, como se deriva de todo lo anterior, no es una idea aislada ni una ocurrencia genial ni un destello súbito ni una frase ingeniosa. Tampoco es un ir y venir de conceptos ni un zigzagueo de acá para allá ni una decisión sobre lo que haremos mañana.

Por eso tiene que estar escrita.

Una estrategia abarca una diversidad de asuntos interconectados, y un rumbo definido a lo largo de un proceso temporal que nunca es breve.

También por eso tiene que estar escrita.

Una estrategia tiene que ser comunicable ya que son varias las personas y estructuras organizativas que deben conocerla y ponerla en práctica. Y al mismo tiempo tiene que ser fácil de consultar en cualquier momento y circunstancia de la campaña electoral. Se aleja entonces de la oralidad, siempre más fugaz y más cercana a la improvisación.

Esas son otras buenas razones por las cuales debe ponerse por escrito.

 

Además, las campañas electorales son un caos.

Caos.

Quien alguna vez trabajó en una campaña sabe que es estrictamente cierto. Son un caos.

 

Mucha gente opina. ¿Demasiados? Todos, en realidad todos opinan. Todos tienen ideas, todos quieren influir, todos saben cómo ganar. O por lo menos eso creen. Y lo hacen sin mala intención y con la buena voluntad de ayudar. Pero, ¿sabes qué? Te enloquecen. Literalmente, te enloquecen. Porque si escuchas a todos te sumerges en un torbellino de ideas que van y vienen y cambian y se contradicen y giran y empujan hacia adelante y hacia atrás y en todas las direcciones posibles (y en las imposibles también).

Los tiempos electorales son infinitamente extensos pero al mismo tiempo son infinitamente breves. Son extensos porque ocurren tantas cosas cada día que solo quien ha estado allí lo sabe. Novedades, hechos, noticias, problemas, reacciones, cambios, más problemas. Todo ocurre a toda velocidad y cada día te parece una semana (a veces mucho más). Ese tiempo electoral parece interminable. Pero a la vez es demasiado breve. Porque cuando ves el horizonte y te das cuenta que el próximo domingo serán ya las elecciones casi siempre te parece que es demasiado pronto, que faltaron cosas por hacer, que todo pasó muy rápido.

Pero además están las emociones exaltadas, a flor de piel. En ti mismo, en tu equipo, en los equipos rivales, en los periodistas, en la gente. Todo el mundo con las emociones subrayadas, más intensas, más volátiles, a punto de explotar y también explotando.

Y hay tanto para hacer, para coordinar, para ejecutar, para supervisar, para decidir…

Por eso el caos: demasiadas opiniones contradictorias, demasiadas tareas, demasiadas emociones alteradas y una inmensa cantidad de tareas.

Por todo esto la estrategia política debe estar por escrito.
Para acudir a ella y serenarnos, reflexionar y tomar las mejores decisiones.

Para volver una y otra vez a lo largo de la campaña a ese documento escrito.

Para aferrarnos a esa estrategia puesta en negro sobre blanco, escrita con fundamento y tranquilidad antes de que el caos se desatara.

 

Porque cuando entramos en las aguas embravecidas de la campaña electoral comienzan los cantos de sirena. Las voces que buscan apartarnos del rumbo seguro. Esas voces encantadoras que buscarán torcer nuestro buque hacia las rocas del fracaso.

Cuando llegue ese momento tendrás que actuar como Ulises.
Tendrás que atarte al mástil del barco.
Tendrás que atarte a tu estrategia.

En ese momento de caos, más vale que tengas tu estrategia por escrito.

Solo así tu odisea terminará y habrás logrado tus objetivos políticos.

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