Cristina Kirchner: la Gilda de la política actual

Opinión
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Como el mito de Gilda alimentado por sus fans, el de Cristina Kirchner crece cada día más. Se repite una y otra vez la idea de que no se le pide a Cristina que sea presidenta, cosa que se usa como una especie de operativo clamor pero con la aplicación de la psicología inversa.

Por Eduardo Reina: Analista Político .Consultor Especializado en Comunicación Institucional y Política, Doctorando en Comunicación Universidad Católica Argentina (UCA) ,Magister en Comunicación y Marketing Político en la Universidad del Salvador (USAL). Postgraduate Business and Management por la Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU. Protitular en UCA.

Con ritmo de canción de cancha de futbol, los simpatizantes kirchneristas en el acto de la UOM  cantaban ¨vamos Cristina no podemos perder, Néstor nos mira con Perón desde el cielo, a la patria la vamos a liberar con todos los compañeros” mientras en los puestos de merchandising de las afueras del micro estadio de Pilar se vendían gorras y camisetas estampadas con las caras de la figura principal de la tarde, tal como una ¨Gilda de la política actual¨.

Gilda logró consagrarse como figura icónica de la música popular y establecerse como referencia en una escena que hasta entonces dominada por los varones porque sobresalió por ser la mujer que quería. A sus 35 años, pasó de la popularidad a la inmortalidad tras su trágico accidente. Entonces  al calor de un posible negocio post-mortem se conformó un relato de destino trágico y la dimensión mitológica de su figura. Se alimentaron las historias sobrenaturales sobre la figura de la artista que sellaron finalmente su mito.

Como el mito de Gilda alimentado por sus fans, el de Cristina Kirchner crece cada día más. Se repite una y otra vez la idea de que no se le pide a Cristina que sea presidenta, cosa que se usa como una especie de operativo clamor pero con la aplicación de la psicología inversa. Entonces se instala lo que el resto de los participantes del frente saben pero temen decir, que es que Cristina es la única con votos propios.

Como en los mitos en los que las historias de una tribu se convierten en acontecimientos extraordinarios y memorables, la ex presidenta, nos habla de los logros de su gobierno e invoca permanentemente  del heroico trabajo de Néstor Kichner al asumir. También al igual que en estos relatos, presenta sus hazañas en una época indefinida de éxito, alegría y bonanza. Además también como en los mitos, hace intervenir hechos sobrenaturales cuando hace referencia a Néstor que la guía y la protege desde el cielo.

A través de los mitos las tribus antiguamente transmitían sus valores. Los protagonistas de los mitos representaban lo que debe ser una persona en la sociedad que los había producido. Cuando una persona asciende a la categoría de héroe mítico, se entiende que todo lo que hace está bien, porque es el que nos dice qué es lo que está bien. Cada tanto comete algún error para mostrarnos que es humano y, en consecuencia, imitable. Por eso, a estos héroes, al interior de sus tribus, se les perdona todo lo malo porque entiende que sus errores son pequeños ante sus muchos aciertos ejemplares.

La vicepresidenta supo tomar de la lógica de los ídolos populares: la construcción de una dominación simbólica que genera en quienes participan del campo del cual ella es líder, una ilusión de que lo que señala CFK es lo central en la política nacional.  Este campo se genera mediante un principio de percepción que hace que esos “grandes éxitos” que siempre menciona Cristina sean los valores que determinan lo que se percibe en su 30% como los principales objetivos políticos

En parte por incapacidad y en parte por la resignación ante la derrota, Alberto Fernández entrega el país a un desgobierno que nos hace vivir en medio del desamparo, la angustia y la precariedad. El voto en la Argentina está repartido en tres partes: el kirchnerismo, el macrismo y los diversos outsiders. Los votos entre estas tres fuerzas se mantienen en un equilibrio inestable que a veces deja mejor parada a la tercera posición y a veces se polariza relegando al outsider a un lugar testimonial

Este escenario mantiene viva a  Cristina que concentra un 30% estable de base porque sabe posicionarse en la figura de un ídolo popular. El ídolo popular cobra su fuerza de aquella frase del pensador francés Blais Pascal que dice que el corazón tiene razones que la propia razón ignora. Cristina lo sabe y sabe cómo explotarlo. Sabe hablar para su propia tribuna  en el momento y el lugar adecuados. Cuando puede toca el tema “Néstor”, o el tema “persecución judicial”, o el tema “doce años maravillosos”, “Latinoamérica unida” etc. El problema es que al convertirse en un tótem para quienes la admiran, le resulta cada día más difícil ser pragmática para ganar votos ajenos.

 Lo cierto es que Cristina fue siempre fuerte como líder y débil como gestora parece ser poco adepta a la flexibilidad ideológica que requiere la política. En eso, cualquier que haya conocido alguno de los detalles de Néstor, sabe que armaban un buen tándem en el que Cristina endurecía el relato con sus altisonancias, y Néstor por atrás arreglaba los entuertos de los dichos de su compañera de aventuras llamando a todos los ofendidos y apartados para bajarle el precio a lo dicho por ella. Una vez sin Néstor, Cristina supo consolidar su base, pero nunca logró saltar el cerco que ella misma reforzaba cada vez más.

Cristina mantiene a un grupo de encantados, pero a la inversa de estos que enamoran jóvenes con ceño fruncido y la impostación de un enojo que deja entrever sus inocentes caritas, CFK enamora con una carita angelical que finge “juventud maravillosa” y deja entrever (acaso solo para algunos) atrás de su sonrisa, el amargo enojo de errores imperdonables para una política de tantos años de gestión.

Fuente: Perfil.com 

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