La absolución permite al presidente buscar sin trabas su reelección. Pero la grieta en la sociedad no ha hecho más que profundizarse.
El presidente Donald Trump evitó darle la mano a Nancy Pelosi, la líder de la Cámara de Diputados, al comienzo de su discurso sobre el Estado de la Unión en la noche del martes en el Congreso. Apenas terminado el mensaje presidencial, ella rompió ante las cámaras los papeles con las palabras del presidente, un gesto evidente para que todo Estados Unidos conociera su disgusto y el de su partido.
Es una escena inédita para la historia de este país, acostumbrado a la civilidad y al respeto a las instituciones, y que hoy señala el agrio camino que se viene después de la absolución de Trump. El clima es de guerra entre oficialismo y oposición y es posible que todo sea peor hasta las elecciones presidenciales del 3 de noviembre.
Trump se ha quitado una pesada carga de encima y salió más que victorioso de esta prueba a la que solo tres presidentes han sido sometidos. No solo porque lo absolvieron sino porque logró todo lo que quería: un juicio corto, sin la presencia de testigos que pudieran incomodarlo y, sobre todo, con la unidad casi monolítica de los republicanos.
A excepción del senador Mitt Romney, que ha sido uno de los republicanos que se ha enfrentado con fuerza a Trump ya desde la campaña de 2016, el presidente logró que todos los diputados y senadores lo apoyaran, aunque muchos de ellos mastiquen en silencio su disgusto por el comportamiento del presidente.
Trump viola muchos de los valores y banderas del partido (libre comercio, inmigración, gasto público) pero los legisladores soportan su comportamiento porque no asoma ningún otro candidato que le haga sombra. Al fin y al cabo, el juicio es, como su nombre indica, político: tiene bastante poco que ver con la verdad y la justicia sino más bien con los deseos del partido y la conveniencia electoral. De hecho, varios legisladores reconocieron que el comportamiento de Trump había sido incorrecto pero que una destitución porque dañaría las instituciones.
En privado, según una nota del New York Times, llegaron a admitir que votaron la absolución por miedo a la furia presidencial. Muchos temían que Trump les colocara un apodo, como hizo en el pasado con Jeb "pocas pilas" Bush o con "Mentiroso" Ted Cruz. O que tuiteara acusándolos de lealtad y les generara millones de trolls virulentos. O, lo peor de todo, que los boicoteara en las campañas en sus respectivos estados.
En definitiva, no es oportuno para los republicanos destituir a un presidente de su partido que tiene un 49% de popularidad, y con grandes perspectivas de ser reelecto y cuando no hay ningún correligionario que pueda competirle.
Los demócratas también votaron en bloque sin grietas y atacaron por donde pudieron a Trump para desnudar su comportamiento en el poder y eso también ya se está viendo en la campaña, donde lo califican sin eufemismos de corrupto, xenófobo, racista y como el presidente “más peligroso de la historia”. La munición será cada vez más pesada.
Durante el proceso, nadie se movió su posición y todo se agudizó. Los odios se radicalizaron, los tuits presidenciales se encendieron y el panorama amenaza con ser peor. En su discurso del Estado de la Unión Trump tuvo la oportunidad de intentar cerrar la grieta o tender una mano de unidad hacia los demócratas, cuando ya sabía que sería absuelto. Nada de eso ocurrió y el mensaje terminó con ambas partes protagonizando escenas belicosas que se viralizaron en las redes.
A diferencia de los demócratas, sumergidos en una interna feroz, Trump navega tranquilo de cara a su reelección, apoyado en los números amables de la economía. Su absolución dará los argumentos que precisa para alentar a sus bases: que la oposición solo busca destruir a un presidente que quiere hacer cosas por el pueblo.
En la América profunda, según comprobó Clarín estos días en Iowa, la gente no está demasiado al tanto de lo que sucede en los recintos acomodados de Washington y dicen que Trump es un presidente que cumple sus promesas, más allá de que eso sea realmente cierto.
Es probable que en estos meses el presidente haya cargado aún más su arsenal para disparar ahora que se siente libre. Los demócratas seguramente devolverán gentilezas. Este miércoles se cerró el juicio, pero la grieta se ha agravado.