Por ahora los planes de Joe Biden despiertan muchas dudas, hay quienes creen que no logrará reflotar la economía con el riesgo de llevar al país a una grave crisis.
La situación no puede ser más contrastante, en 100 días el presidente Joe Biden lanzó el programa más agresivo de apoyo social y desarrollo de la infraestructura de los últimos 100 años en Estados Unidos. Al mismo tiempo en México muchas instalaciones estratégicas se caen en pedazos como ocurrió en la estación Olivos del Metro de la Ciudad de México o los riesgos de accidentes aéreos, que han trascendido en semanas recientes.
No hay duda, Biden acicateado por las posiciones divergentes en su partido ha buscado que su presidencia marque un modelo diferente al que han seguido los gobiernos anteriores, está apostando a llevar dinero a las familias para que resuelvan sus problemas de renta, adeudos y alimentación.
El gobierno de López Obrador, después de un año de pandemia le ha negado a la población los apoyos que darían un respiro a las familias que han disminuido sus ingresos porque algunos de sus miembros perdieron el empleo o ganan menos.
En su mensaje ante el Congreso, Joe Biden anunció un programa de alivio para apoyar a los padres en el pago de guarderías, subsidios para quienes tienen hijos que asisten a los dos primeros años de instrucción y los dos últimos de lo que equivale a nuestra primaria. Más todavía, un recurso especial para las personas que deben atender adultos mayores, enfermos o personas con discapacidad; además de una ampliación por embarazo.
¿Necesito recordar el recorte en guarderías, estancias para mujeres maltratadas, la falta de vacunas para prevención de enfermedades infantiles, medicinas para los niños con cáncer, contagiados con VIH o enfermos renales?
La propuesta más revolucionaria de Biden está en la infraestructura, una promesa de los últimos gobiernos que se ha quedado en el aire y en consecuencia se reconoce un rezago en carreteras, puertos y aeropuertos. Contempla la ampliación de los servicios de internet, particularmente para poner al día a todo el país en materia de 5G.
Pero lo realmente novedoso es la apuesta que el presidente estadounidense quiere hacer con las energías renovables. Está convencido que es la vía por la que se puede generar el número de empleos que el país necesita ahora y en los próximos años, pero además bien pagados, porque ha tomado como una obsesión el aumento del salario mínimo a 150 dólares la hora.
Para establecer un contraste bastaría con señalar las pérdidas en 2020 de Pémex, más de 480 mil millones de pesos, su octavo año con números rojos, y la CFE, casi 79 mil millones de pesos. El gasto del fondo de contingencia que dejó el gobierno de Peña Nieto por 300 mil millones de pesos. El costo por la cancelación del aeropuerto de Texcoco. Aparte quedan los controvertidos proyectos de Santa Lucía, Dos Bocas y el Tren Maya. Si se suma todo lo anterior a las indemnizaciones que se han tenido que afrontar, se hubiese tenido suficiente para impulsar un programa social y de infraestructura revolucionario.
Por ahora los planes de Joe Biden despiertan muchas dudas, hay quienes creen que no logrará reflotar la economía con el riesgo de llevar al país a una grave crisis. Pero también están los convencidos de que un modelo que propicie más gasto de los ciudadanos, aumento de impuestos a quienes ganen más de 400 mildólares al año, el efecto de la inversión pública y privada en infraestructura; puede ser la llave para darle la vuelta a la actual situación económica de Estados Unidos.
Anoten por ahí una derrama que en sus diferencias con el tema migratorio no ha permitido que se ventile: el ingreso que puede derivar de una reforma migratoria. Calculen lo que se puede recaudar con el pago de una multa de cinco o diez mil dólares por migrante multiplicada por once millones. Amén de lo que los indocumentados le dejen a los abogados y el dinero que saquen del colchón los beneficiados para llevarlo a los bancos; pero ese tema da para otra entrega.