Los escraches digitales pasaron a ser la principal herramienta de defensa por parte de la sociedad frente a las irregularidades de sus mandatarios.
Los momentos de crisis son las grandes oportunidades para demostrar que la clase política está a la altura de las circunstancias y a la demanda de sus ciudadanos. No se trata solo de lograr una fortaleza interna mediante la ampliación de espacios, sino de también de integrar a la sociedad para que sean parte del camino hacia el objetivo de superación.
Sin embargo, hay muchos dirigentes que no están al tanto de estos conceptos y siguen priorizando su bienestar frente al de sus gobernados, lo que agudiza aún más la gran distancia que existe entre la política y los votantes.
Los escraches digitales pasaron a ser la principal herramienta de defensa por parte de la sociedad frente a las irregularidades de sus mandatarios, ya que hoy en día no hace falta mantener la legitimidad de los medios de comunicación tradicionales.
Al estar cada día más conectados e informados, las nuevas tecnologías son el camino para expresar el desencuentro con políticas incorrectas o antiguas.
Incluso la adhesión y credibilidad que genera ver que se arremete o se denuncia públicamente a un político circula a una velocidad muy rápida. Entre los mismos usuarios empatizan y se identifican con la problemática expuesta.
Un ejemplo reciente, y figura repetida, sucedió hace pocos días en un municipio bonaerense en el que los ciudadanos denunciaron irregularidades en la contratación del servicio de reciclaje, en el que se veían beneficiados los funcionarios locales. Una muestra clara de la vieja política, en la que los negocios e intereses personales ocupan un gran lugar en las decisiones estatales.
El principal acusado es Julio Zamora, la máxima autoridad de la localidad de Tigre (Buenos Aires), y se lo acusa de un negociado con la empresa de reciclaje en la que se ve beneficiado él y su equipo de trabajo.