La crisis de credibilidad del modelo obedece a errores de gobiernos que recurrentemente olvidan al ciudadano, al no satisfacer demandas y llenarse los bolsillos.
En el sistema internacional hay un consenso de las principales potencias de occidente sobre la transcendencia de la democracia como modelo político, una forma de gobierno imperfecto que permite la defensa de libertades y reclamos de derechos. Sin embargo, la digitalización del mundo bajo una mirada unipolar de las relaciones internacionales relajó las defensas del modelo democrático y se abocaron a agendas nacionalista, económicas o de integración, descuidando los cambios que está produciendo la digitalización en la sociedad.
La crisis de credibilidad del modelo obedece a errores de gobiernos que recurrentemente olvidan al ciudadano, al no satisfacer demandas y llenarse los bolsillos. Otros porque no saben comunicar y dan por sentados que todo se está ejecutando de maravillas, con la creencia que su liderazgo es suficiente para obtener la confianza de la gente. Pero la acción más popular que socava la base de la democracia es de aquellos líderes que comprenden los beneficios de polarizar para hacerse del apoyo fiel de un segmento de la población, imponen la visión del gendarme necesario para gobernar y comienza a modificar sutilmente al sistema político hasta lograr el control, o en su defecto dejar a la nación en una división que se debate entre el líder caído o respeto por la democracia.
En esta última década hemos evidenciado la crispación de la polarización política en países inimaginables, en Francia, Holanda, Reino Unido, Italia, España y Estados Unidos, por solo mencionar algunos de los países. El efecto en América Latina lo conocemos desde el 2000 con la entrada de Chávez a Venezuela y su agenda internacional.
En todo este tiempo, Rusia y China comprendieron el funcionamiento de la democracia y de la vitalidad que el mundo digital estaba introduciendo en la percepción del elector en cada país. Vieron ganar a Obama con una estrategia efectiva de email marketing y uso de redes sociales, a Macri en Argentina con el Facebook como protagonista, pero además vieron como los algoritmos de programación conducían a la ciudadanía a crear burbujas de percepción. Hoy luchamos guerras sin saber que han sido declaradas utilizando el ecosistema digital para socavar la confianza de la población.
El pragmatismo del poder se asegura el control de las comunicaciones digitales, al menos desde una óptica represiva que utiliza el miedo como emoción principal de cohibir las protestas. Ha logrado el control férreo de su población, lo vimos en Venezuela con Maduro, en China, con las protestas de Hong Kong o los manifiestos en diciembre 2019 de médicos que como Li Wenliang donde denunciaban un nuevo tipo de virus, y lo vemo en Rusia, con el envenenamiento de Navalny del cual se salvó, y ahora el apresamiento del líder opositor. Son algunos de los ejemplos de cómo ejercer el control a lo interno de sus países.
Sin embargo, estos personajes con su comunicación inciden sobre otras latitudes alimentando la desconfianza, utilizan la comunicación digital para influenciar a países democráticos. Vimos durante las protestas en Colombia, Ecuador y Chile, como bots desde Venezuela incrementaban la percepción a favor de la protesta. Como en las elecciones en México y Estados Unidos, habían bots desde Rusia incidiendo en la percepción.
La ruptura del protocolo diplomático de la política exterior china cuyos embajadores conversan de forma natural por las redes sociales que están prohibida en su nación, pero que es el principal vaso comunicante entre su gestión diplomática y el sistema político del país, humanizando la presencia de los embajadores.
Al final, en la lucha por la preminencia en el sistema internacional, los Estados Unidos y la Unión Europea luchan por el ideal de la libertad y el sistema de derechos humanos que representa la democracia. Mientras Rusia a la cabeza, alimenta la paranoia de conspiraciones y busca apropiarse del control geopolítico socavando las bases de la democracia. Esa es la guerra ideológica que inició en la década pasada y que apenas comienza.
A momentos de escribir esta columna leí un tweet del Sociólogo Ramon Piñango @rapinango que cita a Ortega y Gasset: “Mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede destigrarse, el hombre vive en riesgo permanente de deshumanizarse”. Nuestro sistema de creencias se polariza hasta perder la esencia fundamental de lo que somos, humanos. A lo que yo agregaría otra cita del mismo Ortega y Gasset “Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral”. Todo ocasionado por la digitalización del mundo que ha sido visto como una oportunidad para la expansión del conocimiento, pero utilizado como instrumento de guerra, es la alienación de nuestra humanidad y con ella, la conciencia.