¿Existen los Problemas de Comunicación?

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¿Cuántas veces hemos escuchado a algún gobierno justificarse culpando a los problemas de comunicación? No importa qué gobierno esté actuando ni en qué país nos encontramos, el resultado sigue siempre lo mismo: la culpa nunca es nuestra, es de la comunicación. Los verdaderos problemas que tenemos no son de gestión, de organización, de coordinación, de ausencia de visión, de ineficiencia, etc., son y serán “problemas de comunicación”.

La pregunta es entonces, ¿existen realmente los problemas de comunicación? ¿O la comunicación es simplemente un chivo expiatorio de la política? Con toda la teoría existente, toda la experiencia en el ámbito de la comunicación política, no es posible que los equipos de comunicación de los gobiernos no estén preparados. Por ende, no es justificable hoy en día, en pleno siglo XXI, culpar a la comunicación.

¿Cuántas veces hemos escuchado a algún gobierno justificarse  culpando a los problemas de comunicación? Los ejemplos sobran. Solo para mencionar algunos de los más recientes, el 5 de enero de 2021, el ministro de Salud de la nación Argentina, Ginés González García, reconoció errores del Gobierno frente a la pandemia de coronavirus afirmando “a lo mejor nos falta persuasión o comunicación”; el 15 de septiembre de 2021, para la Federación de Trabajadores Camioneros de Argentina, liderada por y Pablo Moyano, el problema del Gobierno era “culpa de los medios”; la misma vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, el 18 de octubre de 2021, aseguró en Santa Cruz, durante la inauguración de Zona Franca, que “los argentinos se ponen nerviosos y se amargan por culpa de los medios de comunicación”. Esta cuestión no es obviamente exclusividad del Kirchnerismo y el Fernandismo, existe desde antes de que el gobierno de Alberto Fernández asumiera. En agosto de 2018, el diario La Política Online titulaba “fallas de comunicación agravan la crisis de credibilidad de Macri en los mercados”. Obviamente esta tendencia se puede ver en otros países de la región: en Bolivia, por ejemplo, “Evo culpa a las redes sociales de su derrota”; en Colombia, “Duque intenta cambiar la narrativa y culpa a Pedro de las protestas”, en Ecuador se habla de la “crisis de comunicación que empeoró la tragedia”.

Cambian los gobiernos y las realidades locales, pero el resultado sigue siempre lo mismo: la culpa nunca es nuestra, es de la comunicación. Los verdaderos problemas que tenemos no son de gestión, de organización, de coordinación, de ausencia de visión o de ineficiencia, son y serán “problemas de comunicación”. La pregunta es entonces, ¿existen realmente los problemas de comunicación? ¿O la comunicación es simplemente un chivo expiatorio de la política?, cómo afirman Mariano Vila y Juan Ignacio di Meglio en su interesante columna de Cronista en septiembre de 2021.

MARCO TEÓRICO

Si empezamos con la teoría, existen por supuesto muchas definiciones de comunicación y muchos autores que enfrentan el tema de la comunicación en ámbitos políticos. Cabe mencionar a Dominique Wolton (1995), quién define la comunicación política como “el espacio en que se intercambian los discursos contradictorios de los tres actores que tienen legitimidad para expresarse públicamente sobre política: los políticos, los periodistas y la opinión pública a través de los sondeos”.

Por otra parte, según Martín-Barbero (2005):

“La comunicación significa hoy el espacio de punta de la modernización, el motor de las transformaciones culturales que nos hacen contemporáneos del futuro, y está asociada al desarrollo de alcanzar el fin de la definitiva modernización industrial, de la eficiencia administrativa, de las innovaciones educativas y hasta del avance democrático que entrañarían las virtudes descentralizadoras de lo informático”.

Para Gerstlé (2005), la comunicación política es un saber que se caracteriza por ser interdisciplinario y por la diversidad de enfoques que tiene debido a la transversalidad de los problemas planteados. La comunicación política es un objeto de estudio de difícil aprehensión porque se apoya en conceptos que ya están sobrecargados de sentido, sus relaciones son naturalmente problemáticas y sus manifestaciones multidimensionales.

Además, establece que lo que ahora se llama “comunicación política” es un  ámbito de contornos muy inciertos, según se consideren como un conjunto  de teorías, de técnicas o de prácticas.

Realizar un resumen exhaustivo de las principales teorías excede  el alcance de este trabajo. Sin embargo, podemos empezar con los cinco axiomas de la comunicación de Paul Watzlawick, quien fue psicólogo y teórico de la comunicación, considerado por algunos autores como uno de los padres de la Teoría de la Comunicación Humana y del Constructivismo. Estos cinco axiomas que rigen el lenguaje fueron la base de su trabajo y ayudan a explicar cómo pueden producirse malentendidos y conflictos:

Axioma 1: No se puede no comunicar

Axioma 2: Toda comunicación tiene contenido

Axioma 3: La comunicación es puntuada

Axioma 4: La comunicación implica modalidades digitales y analógicas

Axioma 5: La comunicación puede ser simétrica o complementaria

Los cinco axiomas de la comunicación de Paul Watzlawick

Analizar estos axiomas en detalle, nos permite entender mejor el  proceso de la comunicación para luego evaluar si efectivamente pueden  existir los “problemas de comunicación”.

Axioma 1: “No se puede no comunicar”

Cuando se habla de comunicación, se habla por lo general de lenguaje, de idioma, de palabras; sin embargo, la comunicación puede ser también no verbal. El lenguaje corporal comunica mucho, los silencios también comunican y hay que recordar que gran parte de la comunicación se produce a nivel inconsciente. En cuanto dos actores empiezan a percibirse mutuamente, empiezan a comunicarse. Cualquier comportamiento perceptible, incluida la ausencia de acción comunicativa, tiene el potencial de ser interpretado por los demás actores con algún significado. En otras palabras, estamos comunicando incluso cuando pensamos que no lo estamos haciendo e incluso cuando no queremos hacerlo.

Un ejemplo claro es ¿cuántas veces nos “clavaron el visto” en alguna conversación de Whatsapp? Nuestro interlocutor leyó el mensaje y no contestó. Nosotros pudimos ver que este mensaje fue efectivamente leído por la tilde azul de la aplicación. Sin embargo, ¿cuál fue nuestra reacción? Es un claro ejemplo en donde la ausencia de acción de un actor genera un efecto en su interlocutor, sea de manera consciente o inconsciente.

Axioma 2: “Toda comunicación tiene contenido”

La comunicación se compone principalmente de dos aspectos: Figura 1. Los cinco axiomas de la comunicación de Paul Watzlawick el primero es contenido y el segundo, relación. El aspecto de relación clasifica al aspecto de contenido (de hecho, en algunos casos se habla de “metacomunicación”: una comunicación secundaria sobre cómo se interpretará una información). El contexto y el interlocutor cambiarán la forma de interpretación de la comunicación. Aunque el contenido sea el mismo, podría ser interpretado de formas muy diferentes según la relación entre los actores.

Un ejemplo claro es cuando nos relacionamos en un ambiente relajado, entre amigos. Nuestro lenguaje también se adaptará a este contexto y podríamos utilizar palabras que en otros contextos podrían ser consideradas maleducadas, inapropiadas o incluso ofensivas. Sin embargo, dada la confianza que existe entre los interlocutores, es probable que esta opinión expresada de manera superficial pudiera ser aceptada sin particulares problemas. Sin embargo, si utilizamos esas mismas palabras en un contexto más sobrio, por ejemplo, en una clase universitaria, durante una conferencia de prensa o en una publicación académica, es altamente probable que la forma utilizada deje una impresión negativa a estos interlocutores.

Esto se aplica no solo entre los interlocutores directos que están comunicando, sino también para las eventuales personas que observan y están presentes en la comunicación. Si estas personas no conocen la relación entre los interlocutores, podrían malinterpretar el mensaje y la comunicación.

Axioma 3: “La comunicación es puntuada”

Según Watzlawick, la puntuación de los procedimientos de la comunicación entre interlocutores modifica su naturaleza. Esto significa, según el autor, que la relación dependerá de cómo los actores descifrarán las intenciones, las acciones o la forma de comunicarse.

El término “puntuación” utilizado en este axioma se refiere al proceso de organizar los grupos de mensajes en significados. Todos los actores involucrados tienen su propia forma de estructurar el flujo de comunicación. Esto implica que, por lo general, se interpreta su propio comportamiento durante la comunicación como una reacción al comportamiento de la otra parte involucrada.

Pensemos por ejemplo en una conversación entre colegas. Un colega hace un comentario que consideramos fuera de lugar y que nos hizo sentir mal. Sin embargo, lo dejamos pasar y no comunicamos nuestros sentimientos en ese preciso instante. La vez siguiente que nos encontremos con ese mismo colega es probable que actuemos de forma incómoda o molesta porque estaríamos puntuando nuestros sentimientos con nuestro comportamiento. El colega se dará cuenta de que hay algo que está mal, pero podría no asociarlo con su conducta anterior, ya que desconoce lo que generó en nosotros su comentario. Nuestro comportamiento generaría una incomodidad en él y esto, a su vez, nos pondría aún más incómodo.

Este ejemplo común y corriente muestra cómo las interacciones pueden generar un bucle cíclico de causa y efecto. Esto se debe a la ausencia de un verdadero diálogo entre nosotros y el colega para entender realmente lo que está pasando. Cuando se entiende este axioma se puede tratar de romper este bucle de comunicación a través de un diálogo abierto y sincero sobre los sentimientos que generaron nuestras interacciones.

Axioma 4: “La comunicación implica modalidades digitales y analógicas”

Como se dijo anteriormente, la comunicación humana implica mucho más que simples palabras. Paul Watzlawick habla de modalidades digitales y analógicas. Según él, el modo digital es lo que se dice, lo que las palabras realmente significan. El modo analógico, por otra parte, se refiere a la forma en que se dice algo, con todo el lenguaje no verbal que lo acompaña.

Un claro ejemplo de malentendido es cuando las modalidades digitales y analógicas no son coherentes. Se dice una cosa, pero nuestro comportamiento hace entender lo opuesto, como cuando le preguntamos a otra persona si le pasa algo y responde, con tono enojado, “no, nada”.

En esta situación, cuando la información verbal, paraverbal y no verbal no coinciden y son contradictorias, la tendencia es creer en la comunicación no verbal. Es importante entender esto para realizar una comunicación eficaz a través de un sentido de coherencia, respaldando nuestras palabras con nuestro tono, timbre y ritmo de voz, así como nuestro lenguaje corporal.

Axioma 5: “La comunicación puede ser simétrica o complementaria”

Existen roles y posiciones diferentes en nuestras sociedades. Las personas pueden tener relaciones de poder igual o desigual. Por ejemplo, entre estudiantes de una misma carrera universitaria, la relación es simétrica, ya que todos se comportan como iguales (mirando desde una perspectiva de poder). Por otra parte, la relación estudiante-profesor puede ser considerada una relación complementaria, ya que el profesor tiene un nivel de poder diferente sobre el estudiante.

Los procedimientos de comunicación interhumana dependen entonces de estas diferencias y pueden ser simétricos o complementarios. Hay que entender si la relación de poder entre los actores se basa en las diferencias o en la paridad.

Lo que genera este axioma es cuándo la relación empieza a tener problemas. Cuando se habla de relaciones simétricas, las partes pueden empezar a atacarse mutuamente en una lucha de poder, pero, por otro lado, en las relaciones complementarias, la disparidad irá aumentando con el tiempo. Esto podría llegar a un extremo en donde los actores con mayor nivel de poder podrían volverse más tiranos y los actores con menor poder serán cada vez más sumisos y verán sus oportunidades de participación cada vez más limitadas.

¿Existe entonces un proceso de comunicación interno?

Estos axiomas nos permiten entender los procesos que pueden pasar durante todo un proceso comunicacional. Como se pudo ver, el proceso va mucho más allá de las piezas comunicacionales, de la definición de los mensajes y de la identificación de las audiencias y los canales. Es importante, para poder mejorar la comunicación de nuestros equipos, ayudarlos a ser conscientes de todo lo que ocurre durante estos procesos de comunicación, incluidas las formas no intencionales de comunicar que se generan a nivel subconsciente.

La pregunta es si en los gobiernos y en sus equipos de comunicación están presentes estos procesos racionales de análisis de la comunicación.  Hay que recordar en todo momento que la comunicación eficaz se basa en ser consciente de todos los aspectos no verbales de las interacciones con los demás interlocutores. Ser conscientes nos ayudará a realizar los cambios adecuados para mejorar nuestra comunicación.

Los equipos de comunicación se harán las siguientes preguntas en todo momento:

  • ¿Qué estamos comunicando con nuestra ausencia de acción?
  • Si nos quedamos callados y en silencio, ¿qué estamos realmente expresando?
  • ¿Somos realmente conscientes de cuándo empieza la comunicación?
  • ¿Las palabras que se utilizarán serán adecuadas para el contexto y los interlocutores presentes?
  • ¿Estamos conscientes del aspecto relacional de nuestras comunicaciones?

Con toda la teoría existente, toda la experiencia que ya hubo en el ámbito de la comunicación política, no es posible que los equipos de comunicación de los gobiernos no estén al tanto de estos axiomas y del impacto que una comunicación (buena o mala) puede tener. Por ende, no es justificable hoy en día, en pleno siglo XXI, culpar a la comunicación.

Conclusiones

Si nos comunicamos mal, es nuestra culpa. Si nos comunicamos mal es porque no estamos preparados, no tenemos equipos formados y conscientes, por ende, somos ineficientes. Culpar a la comunicación no solo no nos exime de responsabilidad (ya que somos responsables de nuestra comunicación), sino que nos quita tiempo valioso del análisis de las causas reales de nuestros problemas y de la búsqueda de una solución y respuesta concreta y real a dichos problemas.

A pesar de que culpar a la comunicación sea una forma benévola para los dirigentes políticos y ayude a “ganar tiempo”, en realidad es una forma de tapar los verdaderos problemas. Los problemas comunicacionales no existen, si “comunicamos mal” es porque estamos mal.

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