Percibi(dos)

El Candidato
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Por Mariano Berro: Coach Ontológico, especializado en entrenamiento de líderes y equipos. Consultor Político con experiencia en diferentes procesos latinoamericanos.

¿Cuántas veces hemos participado en conversaciones en las que se opina sobre alguien específico de manera completamente diferente? Tanto, que parece que en esos casos estuviéramos hablando de dos personas distintas. De ahí nace el título de este artículo.

Esto se debe a la percepción. Según la Real Academia Española, la percepción es la sensación interior que resulta de una impresión material producida en los sentidos corporales. Es un proceso complejo que nos permite relacionarnos con el mundo que nos rodea.

Ante cada estímulo al que estamos expuestos ingresamos en, lo que Sandro llamaría, un mundo de sensaciones. Y tomamos decisiones todo el tiempo basadas en ellas, la mayoría sin darnos cuenta de lo que realmente nos guía a esa decisión.

Estas percepciones son todo un desafío para la comunicación política.

 “El político es una marca personal”, como señala el consultor Daniel Ivoskus en “Matrix, la construcción del candidato”.

“Es una marca de sí mismo, su propio producto. Los ciudadanos van a votar su figura, su carisma, su propuesta, su presencia. El ser y parecer como un conjunto de significados que se unifican en la percepción popular”, explica Ivokus en su libro. La percepción de nuestra marca personal puede estar condicionada por diversos temas como la buena o mala gestión de nuestros comportamientos, de nuestra forma de vestir o hablar, entre otras cosas.

Los números que expone Máximo Paz en su libro “Hablar con los demás” grafica mejor este escenario:

“El 55% del impacto que deseamos lograr se va a producir mediante nuestro lenguaje corporal, un 38% a partir de nuestro tono de voz y un 7% tendrá origen en el contenido que estamos ofreciendo”

 La marca personal nos delata, pero sobre todo, nos identifica. Se nutre de nuestra trayectoria y nuestra reputación. La marca personal es una experiencia. Se trata de ese intercambio con el político a través de cualquiera de los canales, incluyendo los encuentros con la ciudadanía en el territorio. Es el efecto que genera en los demás, como lo perciben.

 Ser y parecer en una era de sobreexposición, no es tarea sencilla.

 ¿PODEMOS PARECER ALGO QUE NO SOMOS?

 La respuesta es No. No por mucho tiempo y el revés será grande.

La llave que nos va a permitir ser y parecer, es la autenticidad. Nos acerca hacia una correcta percepción en cada uno de los desafíos que se nos presentan y poder transmitir de la manera correcta aquello que queremos mostrar, comunicar y destacar.

Hubo un tiempo en el cual el político era invitado exclusivamente por programas de índole político. Muchas veces elegía a que programas ir y a cuáles no.

Hoy, el político tiene que tener presencia en diferentes canales y medios de comunicación. Y en la era del todo se sabe, ya no tiene tanto margen para poder evadir un programa o un periodista. Va a ser entrevistado por periodistas políticos pero a su vez será parte de una conversación en Twitch mirando un videojuego.

Aprender a conocerse y gestionarse para poder manejarse de manera correcta ante muy distintos ambientes y situaciones, resulta imprescindible para los nuevos tiempos.

Este proceso requiere tomar consciencia de lo que debemos cambiar, con que creencias romper, animarnos a ser vulnerables, aceptando nuestras debilidades y confiando en nuestras virtudes. Es tener la capacidad de aprender a gestionarnos internamente ante diferentes impulsos que puedan distorsionar esa imagen que proyectamos sin dejar de perder la autenticidad.

 A su vez, ser quienes somos aumenta el interés ante cualquier aparición y nos da otro margen ante los desaciertos. Aumenta la escucha ante las explicaciones que se deban dar en diferentes temas. La autenticidad nos da credibilidad.

 Es nuestra identidad. Una persona que está identificada consigo misma, que se acepta, que su forma de actuar coincide con su forma de ser, es auténtica.

 “El mérito de la originalidad no es la novedad; es sinceridad.” Thomas Carlyle

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