Comunicación de gobierno ideologizada

Comunicación de Gestión
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La comunicación no es un simple ejercicio retórico, menos una campaña recurrente de publicidad. Tampoco es una estrategia suelta, sin articulación, por lo que, ni siquiera llegaría a estrategia; así como, tampoco podríamos verla como reacciones espasmódicas de acuerdo con las circunstancias.

La comunicación de gobierno, comienza por definirse dentro de la estrategia general de un gobierno, basada en las metas y objetivos que se tracen para los logros, garantes del legado que quiera dejar el gobernante. Por lo tanto, toda comunicación de gobierno tiene que estar soportada sobre los hechos y acciones del gobierno, pues, son estos los que le darán consistencia, pero, sobre todo, coherencia, lo que a su vez le permitirá ganar credibilidad.

Lamentablemente, muchos gobiernos, no solo no logran entender el concepto, sino que, no le dan la importancia que tiene la comunicación en la gobernabilidad, y su incidencia en la estabilidad de los gobiernos. A esto habría que sumarle dos elementos adicionales que provocan mayor desajustes y malos resultados, el personalismo en las comunicaciones y la ideologización de las mismas.

El personalismo, lamentablemente se ha vuelto tendencia. Algunos gobernantes, actúan bajo el esquema de que el líder es lo importante, y, por lo tanto, son ellos los que deben estar en el centro de los reflectores todo el tiempo. Error. Si no se tiene algo importante que aportar, sencillamente, no aparezca en medios.

Otros, bajo el lema de que “…en política no hay espacios vacíos…” pretenden llenarlos con su imagen. Eso, cuando se hace de manera desmedida, sin estrategia, sin tener algo importante que aportar, provoca una sobre exposición del gobernante, lo que a su vez genera un hartazgo del ciudadano, con lo cual, la figura -y la comunicación del gobernante- pasan a ser intrascendentes, por lo que la misma, además de no tener impacto, generará rechazo en los ciudadanos.

Adicionalmente, cuando un gobierno no tiene estrategia, cuando su rumbo no está claro, tienden a caer en otro error, el del oportunismo. Ante algunas situaciones, “aprovechan” la oportunidad para montarse en la ola y “comunicar” con lo cual, si no tiene estrategia y necesitan recurrir a un hecho fortuito, surge la pregunta, ¿Qué están comunicando? Y más importante aún, ¿Cómo lo perciben los ciudadanos? La experiencia -con base en mediciones hechas en varios casos y países- es que la población generalmente no solo repele estas prácticas, sino que llega a rechazar al gobernante.

Luego tenemos el caso de la comunicación gubernamental ideologizada; esa que hacen algunos gobernantes en función de sus convicciones o dogmas ideológicos, las que, generalmente, contribuyen a polarizar el debate y a la sociedad. Ejemplos hay muchos -lamentablemente- que, al adoptar este tipo de comunicación, están dejando de lado el mandato que recibieron en las urnas. Es decir, fueron electos por una porción de los electores, pero deben gobernar para todos.

Este tipo de comunicación tiende a presentarse en gobiernos que no tienen claridad en los objetivos; sus metas -generalmente- están basadas en la acumulación de mayor poder, para lo cual, es fundamental dividir a la sociedad, argumentando que sus “enemigos”   -no adversarios-, quieren destruirlos, entorpecer su labor, impedirles avanzar en sus objetivos; argumentos sus ideales para justificar así su relato polarizante y excluyente. Es como si aún siguieran en campaña electoral y no asumieran su rol de gobernantes. Es decir, tratando de gobernar desde una campaña electoral permanente.

Sin embargo, así como la sociedad ha evolucionado, también lo ha hecho la comunicación política moderna. Ese viejo concepto de gobernar a través de campañas basadas en estrategias de comunicación permanente, sin objetivo diferente a enterar al ciudadano de lo bueno que el gobierno y el gobernante “estaban haciendo por ellos” ha sido revaluado.

Los gobiernos modernos, eficientes, con buenos niveles de aprobación, debes migrar de la campaña permanente al diálogo permanente. El ciudadano hoy día no solo quiere saber qué hace su gobierno por él, quiere interactuar con el gobernante. Únicamente el diálogo le permitirá comprender e internalizar con mayor facilidad la acción del gobierno, lo que a su vez le posibilitará sentirse parte de la toma de decisiones, involucrarse y participar.

Así como en las elecciones el objetivo primordial no se trata de los candidatos, sino, de los electores; en los gobiernos la prioridad no se centra en los gobernantes, debe enfocarse en los ciudadanos. Ellos deben ser el epicentro de toda acción y comunicación; facilitando el diálogo permanente, generando mayor índice de trasparencia, eficiencia y aprobación; dejando atrás el oportunismo y la ideologización, todo, en beneficio de la sociedad.

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