Consolidar un liderazgo social en el contexto abrumador que viven las sociedades es un trabajo que se logra con una capacitación adecuada.
El liderazgo según Kotter implica “dificultad, fricción, modificación de lo existente, vencer resistencias”, por la complejidad de ello sólo pocos seres humanos tienen la capacidad de ejercerlo y merecen ser referidos con el adjetivo de líderes.
Hoy los líderes parecieran inexistentes o socavados por la mayoría que se hace cada vez más presente en los medios digitales, lo cual es algo paradójico si revisamos un poco la trayectoria de los países latinoamericanos.
En las últimas décadas las sociedades latinoamericanas se preocuparon por limitar al Estado: la democratización, privatización y descentralización dan cuenta de ello. Sin embargo, actualmente dichas sociedades se enfrentan a democracias divididas. Ante lo anterior, la brújula comienza a direccionar hacia la presidencia de la república, que tiene la responsabilidad de ejercer un liderazgo social.
Si bien, las democracias latinoamericanas dependen de diversos factores, pocos pueden cuestionar que uno de ellos es la capacidad política de los presidentes. El liderazgo de un presidente tiene como base de apoyo el equipo de trabajo que lo rodea.
Así por ejemplo, se puede observar claramente como Estados Unidos ha tenido a lo largo de su historia recurso humano altamente calificado dentro de la Casa Blanca. El gobierno estadounidense para consolidar el liderazgo alrededor de su figura presidencial ha sido gracias a tomar en cuenta la sencilla pero valiosa recomendación que rememora Lowi: “el presidente necesita ayuda”.
