Todo líder, independientemente del ámbito en el que se desempeñe, debe tener claro que la primera empresa que debe gerenciar es justamente él mismo.
Esto en política suele conocerse bajo el nombre del “manual de la campaña permanente”, en otras palabras, es la idea que le recuerda al líder que su imagen no solo es importante en la campaña sino en todo tiempo y lugar, que la confianza del posible elector no se gana exclusivamente en los tiempos que fija el Estado, sino que tras un líder existe una historia, un construirse día a día, y justamente esas pequeñas acciones serán las que le permitan ganarse la confianza de su posible elector, pues entre más coherente sea, mejores resultados obtendrá.
Para ponerlo en otras palabras, cada pequeña acción que realizamos día a día tiene un altísimo impacto en la forma en la que nos evalúan a futuro. En muchas ocasiones se olvida el valor de lo pequeño, de lo simple, el vivir acelerado hace que no tomemos en serio el llamado efecto mariposa: “el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un Tsunami al otro lado del mundo”, un proverbio que nos señala que al provocarse una pequeña perturbación en el sistema se puede generar por ampliación un efecto considerablemente grande a futuro.
Un cliente que salió insatisfecho con una atención que se le dio en una empresa, no es solamente una persona aislada, a menudo las organizaciones olvidan que las personas tenemos redes, círculos sociales en los que nos movemos y con quienes se comenta las experiencias positivas o negativas, que así como recomendamos volver a un lugar donde nos sentimos bien e incluso llevamos a otros, también decimos abiertamente y con mayor énfasis donde no hacerlo; pues la experiencia al estar relacionada con lo emocional genera una mayor recordación. Pues bien, exactamente la misma lógica aplica a las personas, de allí la importancia de cuidar las relaciones que tenemos con otros, sabemos que es imposible cubrir todas las expectativas que la gente puede tener con nosotros, es imposible evitar que otro se lleve una mala imagen nuestra o que nos malinterprete, como también es imposible evitar que hable de esto con más personas. Lo que debemos intentar es justamente guardar coherencia, tratar de potenciar y hacer visible aquello por lo que queremos ser reconocidos. Y en momentos de crisis, guardar la calma, justamente para no caer en juegos que pongan en duda nuestra imagen, credibilidad y en último término nuestra autoridad moral.
Pero al igual que cualquier empresa, quien pretenda ser un líder debe estar dispuesto a escuchar críticas y evaluarse con el fin de ser mejor. Deberá aprender que no necesariamente todas las críticas las debe contestar, pero que en la medida de lo posible debe comunicar lo mejor que pueda el mensaje que quiere llevar para intentar reducir el hecho de que las personas se lleven una mala impresión.
No es vivir del “qué dirán”, no es preocuparse solo por ser “popular”, no es crear falsedades, todo lo contrario, se trata de ser auténtico (ser sí mismo, conocerse). Pero todo líder deberá preguntarse a menudo ¿cómo me están leyendo los demás?, ¿cómo impacta esa lectura en mis proyectos futuros?, ¿es la imagen que quiero reflejar?.