El coronavirus ha cambiado la conversación pública y el estilo de liderazgo que buscamos en nuestros representantes.
El calendario electoral no frena y en República Dominicana (5 de julio) acaban de escoger a su futuro presidente y a sus congresistas en medio de la pandemia. Igualmente tenemos elecciones previstas pronto en Bolivia (septiembre), Uruguay (septiembre), Brasil (octubre), USA (noviembre) y Venezuela (diciembre). Inclusive en Chile habrá un referéndum sobre una nueva constitución. Aunque la fecha definitiva no se ha definido, se espera que este año también haya elecciones en dos estados de México, Coahuila e Hidalgo.
En todos estos países se está experimentando, innovando, aprendiendo a hacer campaña en tiempos de coronavirus. El impacto más evidente pasa por las interacciones personales en tiempos de aislamiento social: ¿cómo construimos cercanía si no podemos besar, abrazar, visitar a la gente? La otra gran pregunta ha sido y es “¿cómo hago campaña, si en medio de esta crisis la gente no quiere que hagamos campaña?”.
Ya en múltiples países se están relajando las medidas de confinamiento y consecuentemente los candidatos comienzan a organizar reuniones al menos de pequeñas audiencias. A falta de visitas casa por casa, y de mítines masivos, candidatos y candidatas han tenido que hacer una maestría acelerada en el uso de Zoom, en organización de grupos y listas de WhatsApp, y en publicidad micro segmentada en redes sociales.
El coronavirus ha cambiado la conversación pública y el estilo de liderazgo que buscamos en nuestros representantes. Ciudadanos de todas partes del mundo privilegian un diálogo centrado en salud, economía, asistencia social
(ayudas/apoyos) y por supuesto la discusión sobre seguridad no desaparece. Y ante la alta incertidumbre y angustia con la que vivimos esta pandemia, surge una demanda de liderazgos humanos que generen calma. Al menos en el corto plazo se buscan más soluciones que polarización.
Muchas cosas no han cambiado en las campañas políticas, y la primera y más importante tiene que ver con la necesidad de comprender el estado de ánimo del electorado. Si siempre fue importante contar con instrumentos profesionales de estudio de la opinión pública, hoy lo es aún más. Necesitamos conocer problemas, preocupaciones, expectativas, temores, percepciones, evaluación de posibles propuestas, conocimiento, imagen e intención de voto sobre posibles candidatos, y determinar cómo sus vidas han cambiado producto del COVID-19.
Sugiero considerar una metodología de 6 E’s en el diseño y ejecución de una campaña profesional y exitosa en tiempos de coronavirus: Estrategia, Esencia, Estilo, Expectativas, Estructura y Equipo. Veamos una por una brevemente:
En los tiempos que vivimos en los que muchos ciudadanos sienten que “todos los políticos son iguales”, el único fin de la Estrategia es diferenciar a nuestro candidato/a. Propongo asumir la estrategia como “La Construcción de un posicionamiento que nos contraste ante todos nuestros adversarios”. Necesitamos definir con la mayor claridad posible como esperamos que nos vea el electorado y por contraposición como esperamos que vean a nuestros oponentes. La clave estratégica fundamental pasa por definir de manera correcta al (los) adversario (s).
La Esencia pasa por contar la historia única del candidato/a. Nos obsesionamos de forma correcta con aumentar el conocimiento de los candidatos y nuestra preocupación debe pasar por visibilizar sus valores y atributos particulares. La historia de un candidato/a debe trascender el currículo y debe mostrar las luchas, propósitos, causas, orígenes, éxitos, fracasos, y momentos determinantes. El objetivo final siempre debe ser conectar nuestra historia con la de nuestros electores.
La forma es tan importante como el fondo, y necesitamos inyectarles a nuestras campañas un Estilo que ayude a diferenciarnos. El estilo de una campaña pasa por visibilizar la forma en que interactuamos y nos relacionamos con el electorado. Nuestro objetivo también es posicionar que nosotros si escucharemos y si trabajaremos junto a la gente. El estilo tiene que ver con el día a día de la campaña y comunica el tipo de vínculo que esperamos formar con el electorado.
Mientras los electores más dicen que no confían en nadie y que ya no esperan nada de ningún político, nuestro trabajo más pasa por generar expectativas. Tanto como comunicar propuestas necesitamos posicionarnos en nuestros propósitos alrededor de la discusión sobre cambio y continuidad. ¿Qué venimos a cambiar?, ¿y qué esperamos continuar si fuera el caso?, ¿nuestra campaña debe comunicar qué esperamos lograr?, ¿por qué luchamos?, ¿a favor de qué y de quiénes?, ¿e igualmente en contra de qué y de quiénes?
Necesitamos diseñar campañas de protagonismo colectivo en las que simpatizantes, militantes y ciudadanos asuman la campaña como propia. La Estructura es más importante que nunca y necesitamos promover permanentemente el Call to Action de que salgan a conversar y a comprometer a sus seres queridos, amigos y familiares. Hoy más que nunca debemos mentalizarnos que estamos buscando un voto a la vez, y que antes de pensar en movilizar a nadie, tenemos que enamorar, y antes tenemos que persuadir con argumentos y emociones.
La ejecución profesional de una campaña depende de un buen Equipo cohesionado, disciplinado, con el mejor balance posible de capacidad, confianza y compromiso. Lo antes posible hay que ir buscando un/a buen jefe de campaña, responsables de primer nivel para las diferentes áreas clave (comunicación, redes, movilización, finanzas, jurídico, etc.) así como en potenciales consultores, asesores, encuestadores, y publicistas que acompañen con tiempo un proceso cada día más competido y exigente. Muchas cosas por pensar y planear, y aunque parece que queda mucho tiempo, hay que pensar que “hasta los milagros necesitan preparación”.