Las emociones en las campañas electorales

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La periodista Silvia Cruz Lapeña, de la revista Vanity Fair España, me consultó sobre las emociones y el vínculo entre líderes políticos y electores. El reportaje llevó como título 10N, la campaña negativa: Por qué a los candidatos les interesa que te enfades.

El artículo de Vanity Fair ayuda a fortalecer la idea de que las emociones de candidatos y votantes juegan un rol decisivo en las campañas electorales.

Comparto contigo algunas de las ideas centrales que le transmití en respuesta a sus interrogantes.

¿Por qué los líderes políticos tienen un tono tan agrio?

Las actitudes de los líderes políticos suelen ser el reflejo de tres variables principales:

Su estrategia política

Su personalidad individual

El clima psicosocial reinante

Estratégicamente es claro que atacar al adversario es la estrategia más adecuada para quien está segundo en las preferencias y tiene que desplazar a quien está primero. Para el resto de los competidores generalmente no es una buena idea una campaña de ataque sino que deberían recurrir a otros diseños estratégicos bien diferentes.

Y además ese único a quien le conviene atacar tiene que hacerlo de modo inteligente. Sabiendo que un buen ataque no es una agresión contra un candidato o partido sino una comunicación política dirigida a persuadir a determinados votantes para que cambien su voto.

Con frecuencia aparecen los políticos que atacan no por estrategia sino impulsados por algunos resortes de su personalidad. A ello contribuyen la dificultad para controlar sus impulsos y sus emociones, así como los problemas para manejar el stress, las frustraciones y la fuerte presencia de rasgos agresivos.

Estos ataques que no responden a una estrategia sino a la propia psicología del candidato generalmente fracasan en su objetivo.

Finalmente tenemos el clima psicosocial reinante. Lo más habitual es que cuando la sociedad está enojada también los políticos lo estén. Y en este tiempo los síntomas de malestar social son visibles en todas partes, un simple recorrido por las redes sociales alcanza para verificarlo.

De estas tres variables resulta que algunos políticos logran ceñirse muy bien a la estrategia mientras otros tienen problemas ya que los desborda su personalidad.

¿Pedro Sánchez sería el líder político español con más problemas para dejar al margen su personalidad?

A Pedro Sánchez lo veo muy estratégico. Lo que se ve desde una perspectiva pública es que se traza determinados objetivos y luego se mueve hacia ellos con bastante disciplina. En términos generales su acción y su mensaje suelen alinearse con su estrategia sin que su personalidad interfiera demasiado.

Donde sí asoma su personalidad con mayor claridad es en la expresión de emociones, que están bastante contenidas en su comunicación verbal pero que se transparentan más en su comunicación no verbal, en la gestualidad, en la mirada y en las expresiones faciales.

Como ocurre con todos los políticos y con todos los seres humanos, el cuerpo dice lo que las palabras callan. Y buena parte de lo que dice el cuerpo tiene que ver con las emociones. Emociones que también se contagian a los electores ya que entre candidatos y votantes hay una doble vía de circulación del flujo emocional.

Las emociones en las campañas electorales siempre están en movimiento y juegan su papel tanto en el candidato como en el votante.

¿Cual es la emoción que tiene más poder para cambiar el voto de una persona?

Las emociones humanas básicas son siete: tristeza, felicidad, ira, desprecio, sorpresa, asco y miedo.

Dos de ellas son las grandes aliadas de la resistencia al cambio: el miedo y la tristeza. Y dos de ellas son las grandes aliadas del cambio: ira y felicidad.

El votante tiene más propensión a cambiar su voto cuando se siente muy enojado con el partido que antes respaldaba o cuando se siente alegre y feliz al visualizar una nueva alternativa.

En España tenemos elecciones que se repiten y dificultades para formar gobierno que también se repiten. ¿Qué consecuencias tiene eso sobre los electores?

La repetición constante de situaciones políticas muy similares puede provocar en los electores una sensación de impotencia, de encontrarse frente a situaciones en las cuales su acción y su opinión no tienen influencia alguna.

Esa sensación se puede traducir políticamente en pasividad. Esto significa disminuir la participación política, tal vez mantener las mismas opiniones pero cada vez con menor entusiasmo, reducir inclusive la conversación política, y también aumentar el ausentismo electoral.

Algunos segmentos de electores pueden rebelarse contra esto si perciben alguna anomalía, algún fenómeno social, político o electoral que sea novedoso. Lo cual en casos así podría empujarlos a votar a favor de cualquier opción que vean como diferente y disruptiva.

¿Qué diferencia una campaña negativa de una campaña sucia??

Una campaña negativa coloca los errores y defectos del adversario en el centro de su comunicación. Va dirigida a alertar a los electores acerca de los inconvenientes del voto a ese candidato o partido político.

Y resalta para ello la trayectoria políticamente negativa del otro, las características personales que lo hacen inadecuado para el cargo al que postula, y los efectos inconvenientes de su gestión o de sus ideas de gobierno. Puede ser una campaña dura pero al mismo tiempo ubicada dentro de las reglas de juego de la política y de la ética.

En cambio una campaña sucia ataca al adversario no resaltando sus defectos sino creándolos. Se trata de una campaña que inventa, que atribuye características que no son reales, que distorsiona la realidad. La campaña sucia tiene el único objetivo de causar daño al adversario recurriendo a la mentira y la falsedad.

Parte de la base que el fin justifica los medios y rompe con todas las reglas de juego tanto a nivel político como ético.

¿Podemos esperar campaña sucia en España?

Las campañas sucias se están multiplicando en todo el mundo, por lo tanto podríamos pensar que España no será una excepción.

Quienes desean hacerlo disponen de posibilidades tecnológicas como nunca antes existieron, en particular herramientas como Facebook, Twitter y WhatsApp.

Cuentan a su vez con la inexperiencia en ese terreno de muchos medios de comunicación y de la mayoría de los políticos. Esa inexperiencia les hace reaccionar tan erróneamente que terminan multiplicando la circulación social de lo falso.

Y las campañas sucias se apoyan también en los propios electores, en particular en ciertas formas de consumo masivo de información que privilegia la velocidad, la superficialidad y la confianza ciega en las redes sociales.

Ese modo de consumo facilita la adopción sin crítica alguna de las llamadas ‘noticias falsas’. Que por supuesto que al ser falsas no son noticias, pero que son contenidos diseñados para provocar fuertes emociones entre los votantes.

 

Artículo basado en una publicación de Silvia Cruz Lapeña en la revista Vanity Fair.

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