El libro de “El arte de ganar” de Jaime Duran Barba y Santiago Nieto, proporciona una definición de la estrategia política electoral que refuerza el título de esta columna. Manifiestan que “La estrategia integra todas las acciones dentro de un conjunto coherente, hace que los elementos se refuercen unos a otros, calcula las consecuencias de cada acción en el conjunto de los electores, en los targets específicos, en los votantes de los otros candidatos y en otros actores que influyen en el resultado final”.
Conforme al párrafo anterior, es claro que la estrategia debe estar soportada por un conjunto coherente de acciones que integren y permitan una visión global de la campaña; es decir, no puede haber elementos aislados, ni omitidos, y, menos aún, que queden sueltos. De ocurrir lo anterior se estaría cayendo en improvisación, o peor aún, en ocurrencias. Y la experiencia dice que las ocurrencias en términos generales pueden terminar siendo costosas para las campañas por los resultados.
En paralelo, esa integración coherente debe lograr que cada elemento y acción de la estrategia se refuercen entre sí, con lo cual la estrategia no sólo tendrá la capacidad de blindarse, sino que se fortalecerá mientras se desarrolla.
Otro elemento que los autores consideran, y que sin duda es vital para cualquier campaña, es el hecho de estimar las consecuencias e incidencias sobre los electores en general, así como en grupos específicos.
La estrategia igualmente debe considerar otros actores dentro del tablero que también juegan, y que las acciones que una campaña desarrolle sin dudas, tendrá impacto y generarán reacciones en esos otros actores, llámense candidatos, o simples actores -medios, influenciadores, estructuras de poder real o simbólico, etc.- que puedan tener incidencia en el resultado final, razón por lo cual, la estrategia debe incluir dentro de su análisis, todos estos posibles escenarios.
Ahora bien, una estrategia de campaña debe ser visionaria, tener la capacidad de analice detallado del momento histórico de los distintos actores dentro del tablero, sus acciones pasadas y presentes, así como las consecuencias que las mismas podrían generar hacia el futuro, así como prever que, al superar a los adversarios en un momento determinado de la batalla electoral tendrá consecuencias a corto, mediano o largo plazo. Nadie que vaya a la guerra regresa incólume, y en política, es exactamente igual. Por lo tanto, la estrategia debe calcular el desgaste que se puede producir en la carrera y proponer las acciones y correctivos para minimizar ese agotamiento es necesario.
Dicho en otras palabras, la estrategia debe ser creada a la luz del pensamiento analítico, con el cual se pueda tener la capacidad de identificar y organizar sistemáticamente todas las partes que componen una situación, -el momento histórico presente y las distintas aristas que el mismo presenta, los actores relevantes- para lograr determinar entonces sus interrelaciones. Logrado eso, la estrategia puede entonces establecer las acciones prioritarias a desarrollar.
Lo anterior también implica que, el análisis debe tener la capacidad o habilidad de encontrar posibles soluciones o acciones que resuelvan los problemas o superen barreras que pudieran impedir el buen desarrollo de la estrategia en sí misma. Este proceso analítico requiere cuestionarse, analizar el qué y el porqué de forma detallada, precisa y metódica, sin apasionamientos ni condicionamientos de agendas diferentes a los de la campaña, para poder encontrar las alternativas para la consecución de los objetivos estratégicos planteados en la campaña.
En términos generales el desarrollo de la estrategia de campaña es un proceso complejo que implica tomar en consideración los diferentes elementos y hechos de la realidad presente; superando las viejas tácticas de la politiquería de hace 10, 20 o 30 años atrás -compra de votos, condicionamiento de las ayudas sociales, supuestos regalos de campañas, etc.- estrategias que, si bien funcionaron en el pasado, usarlas hoy, es estar desconectado de los avances sociales y en especial, disociado de la realidad post pandemia.
Mucho han cambiado los electores; viven otras realidades, tienen otras prioridades y hasta otros valores. Razones suficientes para tener plena consciencia e información de sus realidades. Si no se investiga y estudia lo que hay en el interior de las convicciones de los electores, si no se tiene una clara lectura del momento histórico que se vive, difícilmente una campaña pueda lograr con éxito los objetivos trazados.
Las campañas en estos tiempos convulsos deben ser integradoras de todos los elementos mencionados y, sobre todo, visionarias, capaces de llevar a los ciudadanos a un proceso de toma de decisión sólida, que no sucumba a las viejas prácticas de la politiquería.