Si algo esta siempre muy presente en las campañas electorales -y en muchos ejercicios de poder- son los egos, lo cuales la psicología define como “la instancia psíquica mediante la cual una persona se reconoce -como yo- y empieza a ser consciente de su propia identidad”.
Hasta acá todo bien, el problema es cuando esos egos se exacerban y aparecen de manera constante, con lo cual entonces llegan más allá de toda lógica aceptable y comienzan a hacer daño a la campaña o al ejercicio del poder, y para complejizar aún más la ecuación, entonces hay que batallar con varios egos al tiempo, pues no es solo el ego del candidato o del líder, en ocasiones los egos de sus entornos son más nocivos, pues por una parte responden a sus propia agenda o intereses, y por otra, buscan exaltar el propio ego del candidato o líder, para alinearlo con sus propios intereses.
Es así como en medio de una campaña hay que lidiar con los típicos sabelotodo, aquellos que creen tener siempre la razón, dan consejos todo el día y, lo peor, contestan a todo, aunque sean ignorantes. Luego tenemos los insaciable, aquellos que quieren ser el centro de atención contantemente, los que siempre quieren ser los que están dominando las reuniones y no dejan a los demás participar.
Por supuesto no se puede dejar por fuera el interruptor, el que necesita auto referenciarse e interrumpir permanentemente y, por lo tanto, impide que los demás terminen de hablar. También se ve con demasiada frecuencia el envidioso, es decir, el que no soporta los triunfos, ni el éxito de los demás y, por lo tanto, intenta cortar las alas de los demás.
El prestigioso, es otra categoría de las personas egocéntricas que necesitan ser aplaudidas y reconocidas por todo lo que hacen, incluso por cosas sencillas, pues necesitan la admiración como fuente de motivación; o el sordo, que se da en las personas que nunca escuchan, pues lo que más les gusta es hablar, hablar y hablar y, lo peor de todo, es que fingen escuchar a los demás. Luego hay unas categorías superiores de egos, altamente tóxicas como el silencioso, personaje que van criticando todo el día y juega sucio a espaldas de los demás, yendo de mejores amigos y en realidad son los peores enemigos.
En esta lista no pueden faltar los manipuladores, aquellos que engañan, mienten y justifican todo el tiempo para que las cosas resulten siempre a su favor, moviéndose a través de la mentira y justificación sin sentido; o el jinete, ese ego que va por allí saca los datos e información de los demás, y los usa para su propio beneficio.
Claro está que también se pueden encontrar -con demasiada frecuencia- al orgulloso, aquellos que con suma facilidad se les sale la soberbia que es lo más alejado de la humildad, característica esta fundamental para un liderazgo transformador y que trascienda.
Cuando los egos, cualquiera de ellos, esta fuera de control puede llevar a un candidato o gobernante, a cometer innumerables errores, bien por sus propios egos, o peor aún, por las inseguridades que estos les generan con lo cual se pueden llegar a presentar escenarios complejos. Por ejemplo, ante las inseguridades estos líderes tienden a rodearse de muchos asesores, tienen a tratar de fragmentar los equipos, para que nadie tenga el control de un proceso, pensando que así, la pieza unificadora se vuelve él, cuando en realidad lo que sucede es todo lo contrario, cada equipo anda a la desbandada, los egos de estos grupos se agravan, la anarquía se impone y de allí a pensar en sus agendas personales y dejar de lado la agenda del líder, hay un paso muy corto.
Cuando esta situación se presenta, se vuelve muy complicado poder desarrollar un proyecto -de campaña o gobierno- con éxito pues además de los egos y las inseguridades, se tiende entonces a juntar otro elemento, las indefiniciones y la falta de decisiones, con lo cual se agrava aún más la situación de esa campaña o gobierno.
Como consultores nos toca lidiar con este tipo de situaciones cada vez con mayor frecuencia, lo que se vuelve un hecho preocupante, pues ante los enormes retos que presenta la política hoy día, con las grandes insatisfacciones de los ciudadanos con las democracias, la debilidad de los liderazgos es notoria, sin embargo, estas debilidades pudieran ser oportunidades para los nuevos liderazgos, si entienden que los egos también juegan, pero las causas y los ciudadanos, son la prioridad.